EL ESTUDIO DEL CICLO DE VIDA DEL ÁREA TURÍSTICA. UNA REVISIÓN 42 AÑOS DESPUÉS DEL MODELO BUTLER

 

Resumen

El presente trabajo busca describir los fundamentos teóricos del modelo de Ciclo de Vida del Área Turística (CVAT) de Butler. Por ello, desde una revisión documental, se analiza el interés de diseñar un modelo de CVAT, su actualización para continuar vigente, y las críticas que posicionan a su autor como protagonista en la evolución de destinos turísticos. Se concluye que aplicar un modelo de hace 42 años conlleva a plantearse el diseño de otras propuestas de evaluación competitiva enfocadas a la oferta turística actual, lejos de criterios cuantitativos como la ocupación hotelera o número de llegadas.

 

Palabras clave: Richard Butler, competitividad, destinos emergentes, oferta turística, ocupación hotelera.

 

THE STUDY OF THE TOURISM AREA LIFE CYCLE. A REVIEW 42 YEARS AFTER BUTLER’S MODEL

Abstract

This work aims to describe the theoretical foundations of Butler’s Tourism Area Life Cycle model. For this reason, from a documentary review, the interest in designing a CVAT model is analyzed, as well as its updating to continue in force and the criticisms that position its author as a protagonist in the evolution of tourist destinations. It can be concluded that applying a model from 42 years ago leads to considering the design of other competitive evaluation proposals focused on the current touristic offer, far from quantitative criteria such as hotel occupancy or arrivals.

 

Keywords: Richard Butler, competitiveness, emerging destinations, touristic offer, hotel occupancy.

 

1. Introducción

Muchos han sido los modelos elaborados para estudiar la evolución de los destinos, entre los que se puede mencionar el de Miossec (1977) y el de Chadefaud (1987), como los más representativos. Sin embargo, el modelo que más ha sido aplicado y estudiado es el elaborado por Richard Butler (1980).

 

Basándose en el Ciclo de Vida de los Productos, Butler (1980) plantea que el Ciclo  de Vida del Área Turística (CVAT) va desde una fase inicial a la que él denomina “exploración”, seguida por otras tres fases: desarrollo, consolidación y estancamiento. En este estancamiento pueden aparecer dos opciones: declive o rejuvenecimiento.

 

Para determinar la fase en que se encuentra el destino, Butler plantea como variable el número de visitantes, por lo que, según este modelo, a mayor cantidad de turistas, mayor será el crecimiento del área turística. Es importante recordar que el artículo original fue escrito en 1980, cuando la actividad turística era mayormente realizada bajo el modelo industrial. No obstante, Butler (2009), haciendo una aclaración, plantea que la idea del modelo se centró siempre en que los gestores de la actividad turística en el área previeran que no se sobrepasara la capacidad de carga, porque esto podía generar impactos negativos en las experiencias de los turistas y de la comunidad receptora.

 

Figura 1. Modelo de Butler de 1980 a 2011 sobre la evolución de un área turística

Fuente: Butler (2011).

 

A 42 años de su creación, este modelo se mantiene como una herramienta para la planificación turística y la evaluación de la competitividad, y ha sido aplicado en destinos de diversas partes del mundo; siendo que, en la actualidad, existen formas alternativas de hacer turismo, diferentes al modelo convencional de 1980. El turismo alternativo busca un acercamiento con la naturaleza de forma más activa, pero a la vez, más responsable, respetando el patrimonio biocultural de los lugares visitados y sin que la capacidad de carga se sobrepase (Sectur, 2004). Este mode-    lo hace posible un mayor control sobre los impactos medioambientales, sociales y económicos que la actividad turística suscita (Osorio, 2010; Cacciutto et al., 2020).

 

Pese a esto, hoy en día no se aprecia de manera clara de qué forma el modelo de Butler pueda ser utilizado en un área donde se practique el turismo alternativo, en búsqueda de la sustentabilidad, utilizando como indicador la afluencia de turistas para explicar su evolución. La demanda turística actual se centra en un tipo de turismo más experimentado y joven, en donde tiende a ser reducido el número de visitantes que por lo regular optan por no hacer uso de los servicios de hospedaje, ya que prefieren viajes que brinden la posibilidad de visitar diversos destinos a la vez, diferenciados entre sí, auténticos y que les permitan relacionarse con las comunidades receptoras, todo dentro de un entorno natural (Sánchez, 2019).

 

Por lo anterior, un modelo de análisis de competitividad, basado principalmente en el crecimiento de la demanda, a partir del número de llegadas y la pernocta, resulta ineficaz para las orientaciones emergentes del turismo, lo que lleva a buscar nuevas metodologías que puedan ser aplicadas al momento actual.
Con ello, el presente estudio pretende caracterizar de forma documental los modelos de CVAT, así como su aplicación, lo cual contribuirá a profundizar en entendimientos centrados en contextos globales que, a su vez, permitan involucrar la exploración hacia indicadores cualitativos, que mantengan una relación contingente en destinos locales.

 

Se va más allá de la generalización de variables, principalmente hacia categorías de análisis que complementen el modelo de CVAT actual, con factores centrados en el contexto actual, favoreciendo no sólo la validación del destino, sino la confiabilidad del método y su triangulación en diferentes territorios.

 

Para  ello, el documento se ha dividido en cuatro apartados, el primero se centra   en los antecedentes del estudio del CVAT; posteriormente, se expone la metodología empleada en el estudio, seguida de los principales resultados obtenidos en la revisión documental realizada, rescatando, entre otros, los modelos previos al propuesto por Butler, las críticas y aportaciones a su modelo, su aplicación y las actualizaciones del modelo llevadas por su propio autor. Finalmente, se incluye un apartado de conclusiones en donde se rescata la importancia de construir propuestas de evaluación de destinos turísticos emergentes, sobre todo basados en criterios de competitividad alternativos a las llegadas y ocupación hotelera.

 

2. Antecedentes del estudio del ciclo de vida del área turística

Desde la publicación del artículo de Butler (1980), la comunidad científica asocia-  da con los estudios del turismo ha desarrollado gran interés por el análisis de este modelo, el cual ha tenido tantas críticas como aportaciones, siendo muchas de ellas vertidas por su propio creador. Para comprender su evolución, es necesario precisar las características asociadas a cada una de las etapas del modelo, con el objetivo de que exista una mayor comprensión del mismo.

 

En la etapa de exploración existen pocos visitantes, más bien expedicionarios, atraídos por atributos de tipo natural e histórico-cultural, los cuales no tienen contacto con la comunidad receptora y la actividad que realizan no constituye un peso en la economía local. Esto se ha podido demostrar empíricamente, como es el caso del estudio de Hunt y Stroza (2014) al estudiar las actitudes de los residentes en Nicaragua.

 

Posterior a ello, comienza la etapa de involucramiento, donde se vuelve regular la cantidad de visitantes, creciendo en comparación con la fase anterior; algunos residentes comienzan a involucrarse en la actividad turística al proveer facilidades a los visitantes, aunque es aún informal en este momento del ciclo y se comienza la promoción para atraer turistas, con lo que se distinguen las temporadas turísticas fácilmente. Rodríguez et al. (2018), al aplicar el CVAT en Villa Clara, Cuba, demostraron que se encuentra en esta fase de su evolución.

 

El área turística se define en la etapa de desarrollo, por lo que comienza la inversión extranjera mejorando la oferta y aumentando su promoción; aquí, el número de turistas probablemente iguala o supera a la comunidad local en algunos períodos, como por ejemplo en Dubái (Henderson, 2008), Bahías de Huatulco (López, 2011), Chile (García, 2013) o Huelva (Vargas et al., 2015).

 

Luego, en la etapa de consolidación, la mayor parte de la economía dependerá del turismo, la promoción se afianza y el número de visitantes supera a la comunidad local, lo cual podría causar un impacto negativo en ésta, sobre todo cuando no se encuentra involucrada en la actividad. Un destino que demostró estar en esta fase del CVAT es Malasia (Omar et al., 2014).

 

A continuación, aparece la etapa de estancamiento, en la cual la capacidad de carga habrá sido alcanzada o sobrepasada, el área habrá alcanzado una imagen bien  establecida pero ya no estará de moda, por lo que, en su mayoría, será visitada por turistas que repiten. En esta fase, las atracciones de tipo natural y cultural serán sustituidas por otras de tipo artificial y ocurrirá un nuevo crecimiento en la periferia del área turística donde las propiedades existentes podrían cambiar de dueño. Ejemplo de destinos en esta fase han sido Hawái e Islas Baleares (Bardolet y Sheldon, 2008), Algarve (Vargas et al., 2015) o Ibiza (Casero et al., 2021).

 

A partir de ahí, existen dos posibles fases o escenarios en dependencia de las decisiones de los gestores: el primer escenario es el declive, donde ya el área no podrá competir con nuevas atracciones y será rechazada en el mercado, las visitas ya no serán de vacaciones, sino de fines de semana o de un día y las atracciones turísticas serán reemplazadas por estructuras no relacionadas con la actividad, pudiendo llegar a perder el área su función turística por completo, como en el caso de la costa mediterránea de Israel (Cohen-Hattab y Shoval, 2004). Cabe mencionar que, en esta etapa, el involucramiento local pudiera crecer, ya que los residentes serán capaces de comprar propiedades a bajos precios.

 

En el caso del segundo escenario, se da el rejuvenecimiento, donde a partir del diseño de una nueva oferta turística el área vuelve a ser competitiva. En este escenario, los gestores necesitan proveer al destino de nueva infraestructura, atracciones y una promoción distinta a la que tenía en las fases pre-estancamiento, ya que, de    lo contrario, el declive será inminente. Algunos destinos con estas características han sido estudiados, entre los que se pueden mencionar la Costa Brava de Catalunya (Cánoves y Prat, 2011), Cullera (Díez y Gandia, 2011), la Costa del Sol occidental española (Marín y Navarro, 2011), Calabria (Pulltrone, 2011) o Cartagena de Indias (Ramos, 2011).

 

Lagiewsky (2006) documentó las investigaciones que habían solidificado la propuesta de Butler entre los años 1980 a 2002. El autor lista 49 publicaciones, todas en inglés, publicadas en los años anteriormente mencionados. Hasta ese momento, según él, ya existían contradicciones entre los investigadores que estudiaban el CVAT y lo aplicaban en diferentes destinos, ya que la controversia estaba principalmente entre los que consideraban que el modelo original podía ser aplicado (Oglethorpe, 1984; Meyer-Arendt, 1985; Keller, 1987; Weaver, 1988, 1990, 1992; O’Hare y Barrett, 1993; Prosser, 1995; Oppermann, 1995; Braunlich, 1996; Russell, 1996; Prosser, 1997; Tooman, 1997, citados en Lagiewsky, 2006), otros que planteaban cambios (Hovinen, 1981, 2002; Strapp, 1988; Cooper y Jackson, 1989; Getz, 1992; Cooper, 1994; Agarwal, 1994, 1997, 1998, 2002; Oppermann, 1998; Knowles y Curtis, 1999, citados en Lagiewsky, 2006), y los que dudaban de su utilidad (Haywood, 1986; Debbage, 1990; Bianchi, 1994; Lundtorp y Wanhill, 2001). No se mencionan investigaciones donde el CVAT haya sido aplicado en destinos no tradicionales, ni se plantea la contradicción entre la búsqueda de una mayor cantidad de turistas y la sustentabilidad.

 

Por otro lado, Martínez (2014) hace un análisis del modelo de CVAT de Butler (1980), a partir de una revisión bibliográfica, concluyendo que existen otros factores, además del número de llegadas, que impulsan o frenan la visita de un destino, que pueden contribuir a identificar la fase en que se encuentra a partir del modelo tradicional; estos factores, según el autor, pueden ser la popularidad del destino y la capacidad de carga, los cuales influyen directamente en la evolución del destino.

 

Por su parte, Petrovic et al. (2016), examinan el ciclo de vida de un destino agroturístico y sus consecuencias, utilizando el mismo modelo de Butler. En este caso, además de analizar la evolución del destino, presentaron algunas características principales de las fases en el ciclo de vida de un destino agroturístico, haciendo énfasis en la percepción de los residentes locales y su relación con los visitantes.

 

Otros autores como Sánchez et al. (2018), consideran que, para entender la evolución de un destino turístico, el análisis del ciclo de vida es una de las herramientas más utilizadas, aunque opinan que las variables que existen para su medición son limitadas y que generalmente se basan en la cantidad de turistas y el tiempo en que se ha desarrollado la actividad, lo cual deja en un segundo plano la sustentabilidad.

 

Diez (2019), quien realiza una revisión en profundidad de la literatura en torno a los modelos de CVAT, concluye validando la vigencia del modelo como un marco de referencia importante en la evolución de los espacios turísticos, y destaca la conveniencia de complementarlo con análisis adicionales que evalúen la sustentabilidad del destino, identifiquen situaciones de alerta y posibles cursos de acción. Dicho autor considera que es muy probable que existan más indicadores que pueden utilizarse para analizar, comprobar o complementar los estudios de ciclo de vida que aún no han sido explorados.

 

Más recientemente, Gore et al. (2022) se propusieron continuar el trabajo realizado por Lagiewsky (2006). Estos autores documentaron 83 investigaciones relacionadas con el CVAT publicadas entre 2003 y 2020, categorizándolas de acuerdo con la metodología utilizada (caso de estudio, análisis comparativo, basado en la teoría, conceptual, cualitativo, cuantitativo, mixto y encuestas). Como conclusiones plantean que el CVAT no puede ser generalizado utilizando las mismas variables en distintos destinos, ya que cada área turística es única, y que estudios multidisciplinarios que unan el CVAT con dirección estratégica, sociología, ciencias políticas, estudios medioambientales o la tecnología, proveerán una mejor comprensión del crecimiento de un área turística. Los autores antes mencionados han estudiado el CVAT desde diferentes contextos, pero en todos los casos, aunque algunos lo reconocen, utilizan indicadores cuantitativos que no llevarían a estrategias en búsqueda de la sustentabilidad.

 

3. Metodología

Para cumplir con el objetivo de este estudio y exponer los antecedentes de investigación relacionados con CVAT, se realizó una observación de segundo orden a partir del análisis documental de diferentes estudios que abordan el tema, teniendo como base estudios desde 1980, con el objetivo de comprender la evolución de la teoría propuesta por Butler.

 

Se utilizó Google Scholar como fuente para la búsqueda de información, mostrando resultados de otras enciclopedias como ResearchGate, Scielo y Academia principalmente. Las palabras claves a utilizar fueron “ciclo de vida área turística”, “evolución destino turístico” y sus traducciones al inglés.

 

A partir de los resultados, se filtraron los artículos científicos y capítulos de libros, consolidando un total de 79 documentos. En su mayoría, son estudios de caso donde se aplica el CVAT en destinos con características diferentes, donde se puede apreciar la generalización en el uso de indicadores cuantitativos para determinar la fase en que se encuentran los mismos.

 

El manejo de los resultados se presenta categorizado a partir de cuatro ejes de análisis relacionados con la evolución de los destinos turísticos: 1) otros modelos de desarrollo, en los cuales se puede comparar la visión de autores con propuestas distintas a la de Butler (1980); 2) críticas y aportaciones, donde se pueden observar las diferentes modificaciones que se han propuesto del modelo original; 3) aplicación del modelo, en los que se muestran distintos estudios de caso en los que se ha implementado el CVAT y sus resultados y; 4) criterio de Butler, donde se observa a partir de la literatura publicada por este autor a lo largo de los años, el cambio en su visión del modelo propuesto en 1980. A manera de cierre, se presentan algunas consideraciones finales que puedan contribuir a la reflexión y hacia futuras líneas de estudio.

 

4. Resultados

Han sido vastos los estudios y aplicaciones del CVAT desde 1980 hasta la fecha, mostrando que no ha sido indiferente para la comunidad académica, la cual ha propiciado el debate a partir de las controversias que en 42 años se han generado a su alrededor. En ese tiempo, también han sido elaborados otros modelos de desarrollo, pero no han tenido la magnitud de aplicación que el CVAT ha alcanzado en los estudios turísticos y en disciplinas diversas, como se muestra a continuación.

 

4.1. Otros modelos

Además de Butler (1980), existen otros autores con propuestas para analizar el ciclo de vida de un área turística. Se pueden mencionar los modelos de Miossec (1977) y Chadefaud (1987). El modelo de Miossec es apropiado para analizar la evolución de un área turística que surge desde la nada. Plantea que la evolución ocurre a partir de cuatro fases: preturística, pionera, desarrollo y saturación. En las primeras tres fases se descubre el área y se comienza a trabajar en la infraestructura y la promoción hasta consolidarse como destino turístico. En la cuarta fase existe una saturación del área que conlleva a la degradación medioambiental, posible pérdida de identidad del lugar y abandono de turistas. Existe una posible quinta fase que estará en dependencia de los gestores de la actividad en el área turística, centrada en la recuperación medioambiental y mantenimiento de la dinámica turística (Álvarez, 2004; Rodríguez et al., 2018; Diez, 2019). Como limitaciones, este modelo no profundiza en el papel que juegan los diferentes agentes en el desarrollo ni en el proceso de jerarquización del espacio turístico (González, 2012).

 

Por otra parte, Chadefaud (1987) plantea que la evolución del área turística tiene tres fases (creación, madurez y obsolescencia) con base en tres variables: el mito,   la oferta y el espacio. La fase de creación es la de la planificación del producto turístico, promoción y construcción de la infraestructura para satisfacer la demanda. La segunda fase es la de diversificación de la oferta y consolidación del destino, posicionándose en el mercado. La última fase es la de declive, que llega cuando existe una nueva demanda que la oferta antigua no puede satisfacer; por lo tanto, para no llegar a esta fase, debe ser diversificada constantemente. Si se llega a la fase de obsolescencia, se podrá vencer al crear nuevos productos que satisfagan las necesidades de la demanda emergente. (Álvarez, 2004; Rodríguez et al., 2018; Diez, 2019). Como limitación, González (2012) plantea que este modelo sólo otorga una relevancia secundaria al papel que juega el espacio turístico, considerándolo como un punto de apoyo en las dinámicas de desarrollo turístico.

 

Sin embargo, dentro de la revisión documental llevada a cabo, no se han logrado identificar áreas turísticas donde estos modelos hayan sido aplicados para analizar su evolución, lo cual reafirma la superioridad en términos de vigencia y validez del CVAT de Butler, pese a las diferentes críticas, modificaciones y propuestas generadas a su alrededor, como se verá a continuación.

 

4.2. Críticas y aportaciones al modelo de Butler

Al abordar las críticas y aportaciones que el modelo de Butler ha tenido desde su publicación, se pone de manifiesto un fuerte debate en torno a los orígenes y teorías en las que se basó el autor en 1980 para escribir el artículo original, donde propone el modelo en cuestión. Sánchez et al. (2017) plantean que está basado en los patrones de comportamiento elaborados por Christaller et al. (1963), considerando la teoría de Vernon y Wells (1966, citado en Sánchez et al., 2017) sobre el ciclo de vida en el producto internacional, mientras que Oliveros et al. (2018) manifiestan que la línea de base para la construcción del modelo del CVAT de Butler fueron los estudios de la psicografía de los turistas y la propuesta de Irridex que estudia el proceso de cambio en las actitudes de los residentes hacia los turistas. Por otra parte, García et al. (2013) plantea que el modelo se fundamenta en la Teoría del Ciclo de Vida de los Productos, propuesta por Dean (1950).

 

El propio Butler en 2006 escribe un artículo llamado The Origins of the Tourism Area Life Cycle donde explica que su interés por la evolución de áreas turísticas se debe   a experiencias personales desde su infancia hasta sus estudios de doctorado, tiempo en el que notó los cambios por los que atravesaba el turismo. Además de esto, considera que el Ciclo de Vida de los Productos y modelos de población silvestre fueron bases para el CVAT, aunque explica que la primera versión del modelo fue producida por Jim Broughman y él en un documento llamado The applicability of  the asymptotic curve to the forecasting of tourism development.

 

Butler agrega que otros documentos fueron relevantes para la creación del modelo publicado en 1980: Wolfe (1954, citado en Butler, 2006), quien confirma la importancia del espacio, la forma en que el desarrollo cambia el papel y la importancia de los atractivos naturales en un área turística y la influencia de los factores exógenos en los patrones de la actividad; Christaller (1963), quien Butler considera uno de los más grandes aportadores a la teoría de la geografía; Plog (1973), donde se sugiere un modelo que describe cómo los cambios en los mercados emisores conllevarían   a cambios en los destinos visitados, además de ser uno de los pocos artículos que hace alusión al declive en áreas turísticas; Doxey (1975), quien con Irridex propuso un proceso de cambios en las actitudes de la comunidad receptora hacia los turistas en los destinos; y Stansfield (1978), donde se discute y analiza el crecimiento, declive y luego renacimiento de Atlantic City a través de la legalización de las apuestas en esa área.

 

El primero en probar y proponer cambios al CVAT fue Gary Hovinen (2006), tan solo un año después de su publicación, quien aplicaba el modelo en Lancaster, Pennsylvania. Considera que, en el caso de esa área, coexistían cuatro fases (desarrollo, estancamiento, declive y rejuvenecimiento), lo que él llama “madurez” y que ésta aparece cuando el crecimiento acelerado en número de visitantes ha terminado. Agrega que puede ser permanente, de acuerdo con la gestión que se haga; además de considerar que el potencial de un destino turístico para evitar el declive está en consonancia con el turismo sustentable, lo cual comparten otros autores como Foster y Murphy (1991), Getz (1992) y Lagiewsky (2006).

 

Años más tarde, el mismo Gary Hovinen (2006), retoma el estudio del CVAT en Lancaster, pero argumentando que la teoría del caos/complejidad puede ser una alternativa útil y complementaria al CVAT. Esta propuesta queda sustentada con base en la idea de Russell y Faulkner (1999), quienes plantean que los cambios en un destino turístico se pueden observar a partir de la tensión entre los empresarios y los planificadores (citados en Lagiewsky, 2006).

 

Haywood (1986) por su parte, determina seis requerimientos para que el CVAT de Butler pueda ser operacional en la planificación de un destino turístico: 1) la unidad de análisis, la cual considera crucial determinar para aplicar el modelo; 2) el mercado relevante, el cual plantea que debe verse por segmentos; 3) el patrón y fases del CVAT, de lo que considera se debe primero identificar la curva que se seguirá; 4) identificación de la fase en que se encuentra el área y el momento en que cambia de una fase a otra; 5) determinación de la unidad de medida al contabilizar los visitantes y; 6) determinación de la unidad de tiempo, ya que plantea que hay diferencia entre la cantidad de días que los turistas permanecen en el destino.

 

En esa época, varios investigadores plantearon cambios para el modelo original de Butler, aun cuando la gran mayoría reconocía que era una herramienta útil. Johnston (2001) hace un estudio de las bases ontológicas y epistemológicas del concepto de CVAT de Butler y, a partir de ello, hace algunas modificaciones al modelo original, incluyendo las fases preturística, turística y posturística. Hasta aquí, como se ha visto, los cambios propuestos no son referidos a la medición de competitividad, quedando únicamente en el aumento o disminución de fases.

 

Siguiendo la misma línea, Strapp (1988) señala que la fase de declive planteada por Butler, es una respuesta a la estabilidad del destino, haciendo mención que, luego del estancamiento, las áreas pueden experimentar un crecimiento al migrar a otros mercados no tradicionales, considerando, además, que los cambios en la comunidad receptora son tan cruciales como los de la cantidad de turistas en el CVAT. Por su parte, Agarwal (1994) sugiere que se agregue una fase de reorientación antes del declive/rejuvenecimiento y con ello deja manifiesto que, en el modelo original, el declive es inevitable, sugiriendo, además, en años posteriores (1997, 2002) que se debe investigar más sobre el post-estancamiento. Finalmente, el mismo Agarwal,  ya en 2006, hace una relación entre el CVAT y la tesis de reestructuración, planteando que ambos conceptos podrían proveer las causas y consecuencias del declive en los destinos.

 

Dejando de lado la temática de las fases de evolución de los destinos, el segundo fuerte debate se da en torno a los indicadores para determinar la fase del ciclo de vida en que se encuentra el área turística. Berry (2001, citado en Gore et al., 2022) plantea que los indicadores dependerán de varios factores que serán diferentes en cada región o que dependen del interés del investigador, lo cual no aporta a la discusión. El indicador más utilizado ha sido el de arribo de turistas (Cohen-Hattab y Shoval, 2004; Papatheodorou, 2004; Águilo et al., 2005; Moore y Whitehall; 2005; Bardolet y Sheldon, 2008; Zhong et al., 2008; Kapczynski y Szromek, 2008; Lozano  et al., 2008; Almeida y Correia, 2010; Pratt, 2011; Albadalejo et al., 2016; Lee y Weaver, 2014; Ma y Hassink, 2014; Fan et al., 2019) siguiéndole el de plazas de aloja-  miento (Johnston, 2001; Hovinen, 2002; Cáceres y Rodríguez, 2002; Cohen-Hattab y Shoval, 2004; Karplus y Krakover, 2005; Lozano et al., 2008; Henderson, 2008; Virgen,
2009; López, 2011; Diez, 2019).

 

Este último indicador también se ha vinculado en conjunto con la ocupación hotelera para determinar la fase del CVAT (López, 2011). La debilidad de la propuesta radica en que se mantiene un criterio meramente cuantitativo, dejando de lado condiciones contingentes como eventos casuales, ferias o medidas de promoción enfocadas a grupos. Este autor plantea un modelo alternativo al de Butler, en el cual señala que el gestor turístico tendrá la posibilidad de identificar escenarios y plantear estrategias sin depender de un solo indicador, como en el modelo original. Propone concebir al área turística como un espacio-geográfico y no exclusivamente como espacio-producto. A su vez, promueve que la evolución de los destinos sea realizada a partir de indicadores adaptados por los actores locales, más allá de juicios, continuamente dominantes, por organizaciones internacionales como la Organización Mundial del Turismo. Al respecto y para fortalecer esto último, Lundtorp y Wanhill (2001) plantean que sólo es válido el CVAT si los visitantes son todos repitentes, es decir, si se genera la intención de regreso al destino.

 

4.3. Aplicación del modelo

El modelo, a poco más de cuatro décadas de su aparición, continúa aplicándose en destinos de todas las modalidades y de todas las latitudes del planeta. A pesar de ser criticado por los académicos a lo largo del tiempo, no ha perdido su vigencia como herramienta en la planificación turística (García et al., 2013; Diez, 2019).
Los países en donde se observa una mayor constancia de la aplicación del CVAT    son España (Essex et al., 2004; Aguiló et al., 2005; Garay y Cánoves, 2010; Oreja et al., 2008; Cardona y Serra, 2012; García et al., 2013; Ivars et al., 2013; García-Ayllón, 2016; Casero et al., 2021) y México (Virgen, 2009; López, 2011; Sectur et al., 2012; Torres y Martínez, 2018; Osorio et al., 2019; Sonda et al., 2021); países en donde la actividad turística se ha convertido como prioritaria en las últimas décadas. La gran mayoría de estos casos de estudio refiere a destinos consolidados de sol y playa, donde el indicador utilizado para determinar la fase en que se encuentra el CVAT, como es de esperar, se refiere a la afluencia de turistas, exceptuando sólo algunos casos en que se utilizan otros criterios como las plazas de alojamiento y otros factores endógenos y exógenos que otorgan los signos del declive, como el cambio de imagen del destino.

 

Algunos autores han hecho uso del CVAT en estudios comparativos entre diferentes destinos, dando un uso teórico-metodológico al modelo de Butler, más que económico. Entre ellos se puede mencionar el comparativo entre Islas Baleares y Hawái (Bardolet y Sheldon, 2008), España y Portugal (Vargas et al., 2015) y Brasil y Benidorm (Soares et al., 2015). Cabe destacar que todos estos destinos corresponden a un turismo enfocado en el modelo de sol y playa, por lo que dichos comparativos ahondan de nuevo en la competitividad.

 

En otro sentido, Kapczynski y Szromek (2008) analizaban el ciclo de vida de spas en Polonia entre 1949-2006; Moss et al. (2008) estudiaron los eventos terroristas del 9/11 y de los bombardeos al sistema de tren en Madrid en 2004, y su afectación al ciclo de vida del área turística; Cohen (2007) ahondaba en desastres naturales de Tailandia relacionados con el turismo y el agravamiento de estos a partir de la acción humana; mientras que otros estudios han sido centrados en áreas costeras (Andriotis, 2006; Virgen, 2009; Albaladejo y Martínez, 2017), entre otros.

 

Como se ha visto, los factores económicos son los más investigados en el CVAT (Gouveia y Rodrigues, 2005; Zhong et al., 2008; Bardolet y Sheldon, 2008; Cole, 2009; Liu et al., 2015; Lee y Jan, 2019), mientras que los factores políticos han sido menos estudiados (Oreja et al., 2008; Zhong et al., 2008; Liu et al., 2015); en el caso de la tecnología sólo se ha encontrado la investigación de Gore et al., (2020), quienes estudiaron la relación de los cambios tecnológicos y el CVAT (Gore et al., 2022).

 

Entonces, a partir del recorrido realizado líneas arriba, se aprecia que el modelo del CVAT no recae necesariamente en el análisis de competitividad de destinos turísticos, sino que se ha utilizado para evaluar situaciones diversas, ajustando el objetivo de los estudios en cuestión, como las derivadas de desastres naturales o conflic-   tos sociales, aunque es una realidad que prevalece su uso en estudios económicos, cada vez más amplios y alejados del turismo. Esto no sorprende cuando se llega a   la conclusión de que, incluso el turismo, fue considerado como una estrategia de restauración de las ciudades devastadas por la guerra.

 

4.4. La evolución del modelo del CVAT a partir de Butler

Más allá de las críticas y aportaciones hechas al modelo original de CVAT de Butler, cabe destacar que el autor ha continuado el estudio de la evolución de las áreas turísticas, reconociendo algunas de las imperfecciones de su idea inicial, reflexionando sobre la vigencia de su modelo y los cambios necesarios para que sea operativo en la actualidad.

 

En 2006, Butler editó dos volúmenes de un material llamado The Tourism Area Life Cycle, donde colaboraron 35 autores por capítulos en los que algunos sugerían cambios al modelo original, otros demostraban su vigencia y utilidad, y algunos otros relacionaban al CVAT con otras teorías. En el segundo volumen, Butler escribe un capítulo final donde considera que el modelo original tiene muchos detalles que pudieran ser revisados, pero que se han visto ocultos tras las críticas que otros autores han realizado, por el hecho de que no es clara la aplicación del CVAT en un área específica (2006).

 

De igual modo, Butler agrega que no sorprende si el modelo no tiene una clara aplicación en áreas específicas, por lo que su adaptabilidad, como lo plantean Agarwal (2006) y Weaver (2006), es necesaria. Además, declara que se han incluido elementos clave que se deben tener en cuenta en los destinos, para aplicaciones futuras del CVAT; siendo que, en ocasiones y por desconocimiento de los autores, no son consideradas, atribuyendo a que el modelo es obsoleto.

 

Los elementos incluidos abarcan: el dinamismo, ya que el turismo cambia con el tiempo y que no en todos los destinos cambia de la misma manera; el proceso, que no es el mismo en todos los destinos, en algunos es más rápido y en otros más lento por factores de los propios destinos, que son únicos; la capacidad de carga, la cual, si es sobrepasada, el destino será menos atractivo; la gestión, la cual considera que está implícita en el modelo original, ya que el declive sólo podrá evitarse si existe una apropiada gestión en el destino; el componente espacial, que debe variar cuando ocurre el estancamiento al ampliarse o modificarse; y finalmente los desencadenantes (triggers), los cuales son eventos que tienen un impacto negativo en el desarrollo de los destinos, y los cuales considera que no fueron hechos explícitos en el modelo original.

 

En el año 2006, pese a las críticas realizadas, se consideraba que el CVAT continuaba siendo relevante, ya que, al ser utilizado desde la planificación turística, ya prevalecía la idea de que los destinos turísticos no pueden durar para siempre sin una adecuada gestión y control. Para ese año existían aún pocos modelos en turismo que ofrecieran una alternativa viable al CVAT; la gestión turística en la realidad era poco entendida y practicada en la mayoría de los destinos, en contraste con las numerosas locaciones que pueden ser desarrolladas como áreas turísticas (Plog, 1973); El concepto de sustentabilidad tiene gran consonancia con el CVAT, por lo que, si se cruzan, debe ser en el entendido de los procesos de evolución armónica con el entorno.

 

En el 2009, Butler plantea que una de las debilidades del artículo original es la identificación limitada de los agentes de cambio que influencian la naturaleza y tasa de desarrollo de un área turística. Considera que la idea de incorporar una técnica llamada Análisis del Campo de Fuerzas de Edwards, propuesta en el año 2003, al estudio del CVAT le aporta en el sentido de que los gestores podrán tener en cuenta los factores que llevarían al área turística al declive y que la toma de decisiones estaría centrada en evitar esto. Agrega que, al hacerlo, se podrían mover hacia el turismo sustentable y, por lo tanto, extender el ciclo de vida del área turística.

 

Ya  para el año 2015, Butler escribía una vez más sobre la vigencia de su modelo;    en una sección del libro llamado Tourism Area Life Cycle (Contemporary Tourism Reviews), el autor mencionaba las controversias que había generado su artículo hasta ese momento. Por un lado, Hayward (2006) considera que el CVAT es ignorado por la industria turística; mientras que Leiper (2004), otro autor que duramente critica  a Butler, y Aguiló et al. (2005), consideran que su modelo debe ser desacreditado porque ya es muy antiguo y sólo posee validez teórica. Aun cuando se aprecian algunos retractores del modelo de Butler, también existen otros, como Getz (1992), que apoyan su propuesta al interior de la planificación turística (Butler, 2015), que cobraría mayor relevancia en años posteriores.

 

Cuatro años más tarde, para el 2019, Butler escribía sobre el fenómeno conocido como sobreturismo y su relación con el CVAT. En esta publicación, se centraba en la relevancia del modelo para prevenir el exceso de turistas y las lecciones que pueden aprender los gestores de los destinos con este objetivo; para lo cual plantea que dicho fenómeno puede aparecer en cualquiera de las fases del CVAT, ya que es más que simples números, y que la actitud de la comunidad receptora definirá el hecho de su aparición en el destino. Agrega que la llamada que hace el modelo original en 1980 para la gestión de los recursos estaría bien fundamentada al aparecer el sobreturismo, fenómeno que se refiere a la percepción de la comunidad receptora al recibir demasiados turistas y viceversa.

 

En épocas recientes, ya en el 2020, Butler escribe acerca del potencial de la educación para evitar el sobreturismo en el contexto del modelo del CVAT. Actualiza su modelo argumentando que los turistas deberían capacitarse en cuanto a lo que deberían disfrutar y los destinos que deberían visitar, entre otras cuestiones, pero que esto no es tan simple como pareciera. Agrega que, para ello, sería beneficioso que todos los actores del sistema turístico, incluyendo al turista, estuvieran capacitados en cuanto al desarrollo excesivo, y en lo que respecta al CVAT, así como las implicaciones que tiene este exceso en los recursos naturales y culturales del área turística; además de que, para él, el ciclo de vida no es en sí una llamada para un destino turístico sustentable, pero que si se toman en cuenta sus principios y se aplican de manera adecuada, podría llevar a convertirlo en uno, al limitar la escala de desarrollo turístico a una que sea compatible con los recursos y atributos del mismo (Butler, 2020).

 

5. Conclusiones

Las investigaciones sobre CVAT hacen un análisis del crecimiento de un área turística y, en el mejor de los casos, condiciona la toma de decisiones para una gestión adecuada y evitar el declive. No representa un modelo estático, puesto que los elementos que se deben tener en cuenta para su aplicación varían, ya que cada área turística es única. Derivado de ello, han sido disímiles las modificaciones y críticas que en 42 años ha tenido el modelo original de Butler (1980), lo cual lo reafirma como teoría que ha tenido peso en los estudios turísticos, pero más aún, en la práctica de los destinos turísticos añejos.

 

El gran valor que se rescata del propio Butler recae en reconocer que, tal como el propio fenómeno del turismo es dinámico y evoluciona de manera constante y exponencial, la manera de evaluar los destinos turísticos debe ir a la par y no quedar estática, aunque no lo logra de manera exitosa, ya que, mientras más se acerca al modelo de desarrollo vigente, éste último evoluciona. Ya han quedado rebasados  los “tradicionalmente” llamados clústeres turísticos, para dar paso a propuestas basadas en la vida cotidiana, en espacios naturales, con mínimo impacto en la imagen y el entorno, pero, sobre todo, con capacidades de carga limitadas.

 

Así, su propio creador ha continuado explicando la vigencia y limitaciones del modelo, relacionando el mismo con fenómenos como el sobreturismo y aceptando las críticas que ha obtenido por otros expertos en el área. A su vez, ha agregado elementos clave que no fueron profundamente explicados en el artículo original y que han sido fundamentales para la aplicación del CVAT en años posteriores; sin embargo, como se ha señalado, la tarea pareciera no acabar, ¿Podría ante ello, formularse un nuevo modelo que evalúe la competitividad de los destinos turísticos actuales?

 

La aplicación del CVAT en situaciones y destinos diferenciados ha posibilitado el debate en cuanto a los indicadores a utilizar para determinar la fase en que se encuentra el área turística, así como el momento en que presenta cambios sustanciales. Se recomienda modificar el modelo a partir de las características del área a estudiar, siendo que la ocupación hotelera ya no es garantía de éxito en un destino emergente, y no darse por vencidos al decir que no es aplicable sin antes adaptarlo, en dependencia de las necesidades del observador.

 

Se asoma como incongruente la aplicación del modelo en destinos de turismo alternativo, mientras siga utilizando indicadores meramente cuantitativos, pero se debe rescatar que aún con ello, el modelo de CVAT sirve de guía para que cada investigador lo aplique en otros espacios turísticos, a partir de nuevos indicadores o criterios de observación, acaso enfocados en la satisfacción no únicamente del visitante, sino de la propia comunidad local, la cual está en función de determinar si la oferta turística es congruente con su acostumbrado modo de vida.

 

Con esta revisión, se demuestra que no sólo ha sido estudiado el ciclo de vida en espacios físicos, sino que se ha relacionado con otros factores que están en consonancia con el turismo y la forma en que afectan el crecimiento de un área turística. Por lo tanto, se puede concluir que el CVAT es aplicable en cualquier destino, tradicional o alternativo, y que los indicadores estarán en correspondencia con los factores endógenos y/o exógenos del mismo, aunque dando mayor peso al objetivo del investigador.
Aun cuando Butler y otros autores mencionan que sigue vigente el modelo, no se aprecian de forma clara los indicadores a tener en cuenta para ser aplicado en destinos de turismo alternativo, los cuales buscan la sustentabilidad y no son destinos “consolidados” al tener una mayor cantidad de visitantes. Aspectos clave como cultura, actores sociales endógenos o desarrollo económico local, parecieran seguir fuera de la visión de los megaproyectos turísticos en marcha.

 

Huelga decir que, para futuras investigaciones, aquellos interesados en evaluar el ciclo de vida de destinos turísticos emergentes deberán considerar metodologías mixtas y flexibles, pero rigurosas, que permitan observar la evolución de un destino desde varios ángulos, así como la inclusión de alternativas al modelo que permitan su aplicación a partir de criterios de observación similares entre sí. No obviando, claro, que el ciclo de vida de Butler, pese a todo, ha adquirido un valor histórico, como punto de referencia para nuevos modelos y propuestas teórico-metodológicas que contribuyan a la actualización de los estudios de competitividad turística en destinos emergentes y/o reorientados.

 

Finalmente, se debe hacer hincapié en la importancia de no seguir actualizando modelos diseñados hace más de 40 años, para abrir la oportunidad de construir nuevas propuestas de identificación y clasificación de destinos turísticos acordes a las características actuales y dinámicas de cada uno de ellos. Aun cuando el modelo de CVAT sigue vigente, se recomienda tomar nuevos criterios de identificación como los que aportan los estudios en torno a las Tecnologías de Información y Comunicación, el manejo de plataformas y tecnologías para la interacción de los actores turísticos como las redes sociales y, sobre todo, la inclusión de nuevos criterios como la innovación del destino, experiencias vivenciales, diferenciación y la conexión o relación física y digital entre el turista, anfitrión local y destino turístico.

 

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