GENTRIFICACIÓN TURÍSTICA Y DESIGUALDAD: UNA ETNOGRAFÍA CRÍTICA EN SAN MIGUEL DE ALLENDE

 

Resumen

San Miguel de Allende se ha consolidado como un destino turístico de reconocimiento internacional por su valor histórico y cultural, aunque este éxito ha impulsado dinámicas de gentrificación que transforman el espacio urbano y la vida comunitaria. Desde un enfoque cualitativo-etnográfico, la investigación, mediante cuestionarios a turistas, entrevistas a actores locales y observación participante, evidencia que el turismo actúa como motor económico y generador de infraestructura, pero también profundiza desigualdades, desplaza a residentes hacia la periferia y mercantiliza la cultura. La expansión de alojamientos temporales, el aumento del precio de la vivienda y la centralidad de la inversión extranjera configuran una ciudad orientada al consumo global, donde el patrimonio se convierte en recurso estandarizado y los habitantes en actores secundarios. Frente a estas presiones, surgen resistencias comunitarias a través de prácticas culturales y formas de organización que buscan preservar el sentido de pertenencia. El caso sanmiguelense ilustra la paradoja de los destinos patrimoniales: vitrinas cosmopolitas que enfrentan procesos de exclusión que amenazan la cohesión social y el derecho a la ciudad.

 

Palabras clave: gentrificación turística, desigualdad, turistificación, etnografía crítica, San Miguel de Allende

 

TOURISM GENTRIFICATION AND INEQUALITY: A CRITICAL ETHNOGRAPHY IN SAN MIGUEL DE ALLENDE

Abstract

San Miguel de Allende has established itself as an internationally recognized tourist destination due to its historical and cultural value. However, this success has driven gentrification dynamics that transform urban space and community life. From a qualitative-ethnographic perspective, the research, through questionnaires to tourists, interviews with local actors, and participant observation, shows that tourism acts as an economic engine and generator of infrastructure, but it also deepens inequalities, displaces residents to the periphery, and commodifies culture. The expansion of temporary accommodations, the rising cost of housing, and the centrality of foreign investment shape a city oriented towards global consumption, where heritage becomes a standardized resource and residents become secondary actors. In response to these pressures, community resistances emerge through cultural practices and forms of organization aimed at preserving a sense of belonging. The case of San Miguel illustrates the paradox of heritage destinations: cosmopolitan showcases that face exclusion processes threatening social cohesion and the right to the city.

 

Keywords: tourism gentrification, inequality, touristification, critical ethnography, San Miguel de Allende.

 

1. Introducción

San Miguel de Allende (SMA en adelante), fundada en 1542, constituye un ejemplo paradigmático de urbanismo colonial que ha logrado trascender el tiempo sin perder la esencia de su trazado original y la vitalidad de su vida cul-  tural. La inscripción de la ciudad, junto con el Santuario de Atotonilco, en la lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2008 consolidó su proyección internacional y reforzó su valor histórico y simbólico en el imaginario nacional y global (Secretaría de Cultura, 2025; Soto et al., 2019; Asociación Ciudades Patrimonio de México, 2025).

 

Este reconocimiento se suma a la distinción de “Pueblo Mágico” otorgada en 2002 por la Secretaría de Turismo (SECTUR) de México, que sentó las bases para su inserción en el circuito turístico de gran escala. El prestigio del destino se ve reafirmado en premios recientes, como el otorgado por Travel + Leisure que la nombró por segundo año consecutivo como la mejor ciudad del mundo (Baral, 2025). Todo ello ha configurado una narrativa en la que tradición y cosmopolitismo se entrelazan, proyectando una ciudad versátil, así como pintoresca y sofisticada (Secretaría de Turismo e Identidad del Estado de Guanajuato, 2025b).

 

Sin embargo, este auge artístico se encuentra atravesado por dinámicas contradictorias. De un lado, los indicadores oficiales muestran que SMA concentra una parte significativa de la actividad turística de Guanajuato, generando derramas económicas superiores a los dos mil millones de pesos en el primer trimestre de 2025 (Secretaría de Turismo e Identidad del Estado de Guanajuato, 2025a). Al mismo tiempo, el turismo ha impulsado empleos, pequeños negocios y un intercambio cultural que dinamiza la economía local (Araiza et al., 2023; Torres y Carreón, 2023).

 

Por otro lado, estas dinámicas también han favorecido procesos de gentrificación que transforman la vida cotidiana de los residentes. Herrera y Navarrete (2017) advierten que la adquisición de viviendas por extranjeros, convertidas en hoteles boutique o galerías, ha provocado desplazamientos poblacionales y alteraciones en el tejido comunitario.

 

En SMA, la presión inmobiliaria y el encarecimiento de la vivienda han obligado a familias sanmiguelenses a mudarse a las periferias (Soto, 2025). El alto costo de vida (premium) los ha llevado a buscar alternativas asequibles sin perder su conexión con el centro. Estas áreas ofrecen la oportunidad de equilibrar calidad de vida y costos en un contexto de creciente gentrificación por turismo.

 

El fenómeno adquiere matices complejos si se considera que los migrantes internacionales que llegan a la ciudad son principalmente jubilados estadounidenses y europeos, cuyo consumo dinamiza la economía, pero que a su vez acentúa la segmentación del espacio urbano (Torres y Carreón, 2023). Bajo estas condiciones, SMA se convierte en un microcosmos donde prosperidad y exclusión coexisten, donde la exaltación de una mexicanidad estetizada y folclorizada (empleada como recurso discursivo para la promoción turística) invisibiliza las tensiones derivadas de la mercantilización cultural (Soto, 2025). La ciudad, celebrada por su riqueza patrimonial, enfrenta así problemáticas estructurales que van desde la precarización laboral hasta la pérdida de arraigo comunitario, pasando por la desigual distribución de los beneficios generados por la industria turística.

 

A partir de estas tensiones surge la necesidad de construir una mirada crítica y situada que problematice el papel del turismo en SMA. La cuestión central no radica únicamente en medir el impacto económico o en destacar su proyección internacional, sino en comprender cómo la gentrificación asociada al turismo reconfigura el uso del espacio urbano, las relaciones sociales y las narrativas identitarias de los habitantes.

 

Se plantea la hipótesis de que la consolidación de la ciudad como destino turístico internacional ha favorecido un modelo orientado al turismo de lujo y a los residentes extranjeros, generando exclusiones y desplazamientos que afectan directamente a los sectores populares. Asimismo, se considera que la mercantilización del patrimonio ha reforzado una narrativa folclorizada de la mexicanidad que, aunque rentable en términos turísticos, ha invisibilizado desigualdades estructurales y precariedades locales. Al mismo tiempo, se parte de la premisa de que, frente a estas presiones, los habitantes despliegan estrategias de resistencia y resignificación que buscan preservar su sentido de pertenencia y cohesión comunitaria.

 

Desde esta perspectiva, la investigación se propone analizar cómo los procesos de gentrificación turística en SMA reconfiguran las dinámicas sociales y urbanas, explorando tanto los discursos oficiales que exaltan la ciudad como el “Corazón de México” rentable y cosmopolita, como las experiencias cotidianas de quienes habitan y resisten en un entorno atravesado por tensiones económicas y culturales. La apuesta metodológica se sustenta en un enfoque cualitativo e interpretativo, con técnicas etnográficas que permitan recuperar la voz de los actores locales y entender las prácticas sociales que emergen en un contexto de disputa simbólica y material por el territorio.

 

El artículo se organiza en cinco apartados. En el primero, se desarrolla el marco teórico que articula las categorías de gentrificación por turismo, turistificación y desigualdad. En el segundo, se explica la metodología cualitativa y etnográfica empleada para documentar experiencias locales y procesos de reconfiguración social. Posteriormente, se presentan los resultados que evidencian los impactos diferenciados del turismo en la vida comunitaria, seguidos por una discusión crítica que contrasta estos hallazgos con la literatura existente. Finalmente, se exponen las conclusiones, donde se proponen reflexiones y líneas de acción orientadas a repensar el modelo turístico de San Miguel de Allende desde un enfoque más inclusivo, sostenible e integral.

 

2. Marco teórico

El análisis de la gentrificación turística requiere comprenderla no como fenómeno aislado, sino como proceso urbano-social que reconfigura las formas de habitar, producir y significar la ciudad. La literatura señala que la gentrificación, inicialmente vinculada al desplazamiento de poblaciones de bajos ingresos por sectores de mayor poder adquisitivo, adquiere en el contexto turístico una dimensión específica: la conversión del espacio habitado en mercancía destinada al consumo global. No se trata únicamente de un encarecimiento del suelo o de un cambio en la composición social de los barrios, sino de un reordenamiento de las prácticas cotidianas y de la vida comunitaria bajo los parámetros de “rentabilidad”.

 

En este sentido, los trabajos de Genç et al. (2022) permiten reconocer que, al entrelazarse con la actividad turística, la gentrificación desplaza a los residentes tradicionales al tiempo que ajusta servicios y dinámicas urbanas a la demanda del visitante. Contreras et al. (2024) coinciden al mostrar cómo en América Latina las inversiones privadas redirigen los usos habitacionales y comerciales hacia formatos globalizados, lo que deriva en la homogeneización de los paisajes urbanos.
Por su parte, Liévanos (2024) documenta este patrón en México, señalando que ciudades como San Miguel de Allende se convierten en escenarios de un proceso transnacional en el que el capital global y la migración de nuevos residentes producen transformaciones visibles en el espacio construido y en las prácticas sociales.

 

La consecuencia inmediata es el desplazamiento. Hiernaux y González (2014) ob-  servan que, a diferencia de otras dinámicas urbanas, la gentrificación turística está detonada no tanto por élites locales como por visitantes y residentes extranjeros, cuya capacidad económica genera una presión difícil de contrarrestar. El resultado es la expulsión progresiva de quienes sostuvieron históricamente la vida comunitaria y en este caso la turística.

 

Esta situación suele legitimarse a través de discursos de “renovación” o “revitalización”, los cuales, como señalan Oviedo et al. (2020), enmascaran procesos de privatización urbana y profundización de desigualdades. Casgrain y Janoschka (2013) sintetizan este panorama al conceptualizar la gentrificación como una reconquista socioespacial, en la que el suelo urbano se convierte en objeto de especulación y vehículo de (re) producción de desigualdad. Contreras et al. (2023) amplían la mirada al situar estos procesos en el marco de la colonialidad, donde los patrones globales de consumo se imponen sobre memorias colectivas y modos locales de habitar.

 

En este sentido, la patrimonialización juega un rol central en este entramado. Navarrete (2017) advierte que el patrimonio, convertido en criterio de distinción, se instrumentaliza para justificar la sustitución social mediante arquitecturas que privilegian a quienes poseen capacidad de consumo. Jouault et al. (2018) destacan que esta dinámica abre la puerta a la turistificación, la cual, según Verena (2017), refuerza jerarquías y legitima desigualdades al transformar los centros históricos en vitrinas globales. En otras palabras, el patrimonio deja de ser memoria compartida para convertirse en recurso económico, lo que conlleva una redefinición de su sentido social.

 

La turistificación, entonces, no se limita al arribo de visitantes, sino que afecta de manera directa la vida cotidiana. Hernández (2021) muestra cómo la llegada constante de población flotante debilita los vínculos vecinales y fragmenta la convivencia comunitaria. Díaz y Sequera (2021) profundizan en sus múltiples impactos: económicos, al encarecer bienes y servicios; socioculturales, al desplazar identidades    y prácticas locales; y ambientales, al generar deterioro paisajístico y presión sobre recursos.

 

Por su parte, Barrero y Jover (2020) insisten en que sus efectos no pueden reducirse a un problema de vivienda, pues implican pérdida de pertenencia y financiarización del espacio urbano. Cocola (2023) introduce un matiz fundamental: el despojo no solo es material, también subjetivo, pues produce sentimientos de frustración, desarraigo y extrañamiento respecto al propio territorio.
En esta línea, Guerra (2020) evidencia que la turistificación conduce a la privatización progresiva del espacio público, limitando los usos comunitarios y subordinando las centralidades urbanas a las necesidades del mercado turístico. Rodríguez (2023) complementa al señalar que esta dinámica afecta la habitabilidad misma,     al introducir ruido, suciedad y delincuencia en áreas que antes eran espacios de la cotidianeidad. Estos elementos serán esenciales en el análisis empírico, pues permiten observar cómo la ciudad experimenta transformaciones simultáneas en su estructura material y en su tejido social.

 

El trasfondo de estos procesos está atravesado por la desigualdad. Martin et al. (2016) la conceptualizan como disparidad salarial, mientras que Maryse (2017) la entiende como diferencia en oportunidades y condiciones de vida que perpetúan la exclusión. Pérez y Camberos (2017) destacan su impacto negativo en el bienestar social, y Montaño et al. (2023) la vinculan con la estructura del empleo, evidenciando cómo la precariedad laboral refuerza la vulnerabilidad de amplios sectores.

 

Ostry et al. (2014) sugieren que, aunque la desigualdad puede alentar la innovación, limita la acumulación de capital humano y frena el desarrollo de los sectores más pobres. Vite (2007) y Loeza (2015) la asocian con precarización laboral y prácticas autoritarias, mientras Soto y Arzate (2025) amplían la perspectiva al mostrar que la desigualdad no se limita a ingresos, sino que implica inequidad patrimonial    y desterritorialización.

 

Ante este panorama, el espacio urbano es escenario y producto de estas tensiones. El Semillero de Investigación Praxis Urbana (2016) plantea que la ciudad se produce colectivamente, lo que convierte al espacio en territorio cargado de significados y prácticas sociales. Duhau y Giglia (2004) lo entienden como lugar de disputa entre centralidades históricas, recreativas y habitacionales, evidenciando la pugna por su apropiación.

 

Lefebvre (1968) lo concibe como derecho a la ciudad, es decir, como posibilidad de construir colectivamente la vida urbana, mientras Ugalde (2015) insiste en que este derecho no se agota en la exclusión o inclusión formal, sino que exige garantizar condiciones de vida dignas. Harvey (1977) y Ziccardi (2001) agregan que las desigualdades urbanas responden a la lógica neoliberal, y Castells (1974) alerta sobre el riesgo de que la expansión urbana diluya particularismos culturales.

 

La marca-ciudad sintetiza estos procesos. Valenzuela (2015) la define como estrategia que condensa atributos locales en mensajes orientados a atraer inversión y turismo. Richards (2016) muestra cómo este modelo transforma a los propios residentes en parte de la industria turística, incorporándolos a una lógica de mercado que diluye las fronteras entre habitar y consumir. Frente a esta tendencia, Zamorano (2021) subraya la necesidad de recuperar la centralidad de los habitantes en la definición de la ciudad, advirtiendo que el modelo no puede subordinarse exclusivamente a intereses externos.

 

En lo que a esto respecta, la etnografía crítica ofrece un camino para abordar estas tensiones en San Miguel de Allende. Pérez (2011) y Vargas (2016) destacan su capacidad para articular transformaciones estructurales con experiencias vividas, mientras Gregorio (2019) y Rodríguez (2019) señalan su potencial reflexivo y colaborativo. Cerletti y Gessaghi (2012) recuerdan que las desigualdades se inscriben   en los cuerpos y trayectorias, haciendo visibles formas de exclusión no siempre verbalizadas (Pina, 2008). Restrepo (2006) propone una antropología periférica que cuestione las categorías dominantes, y Wright (1994) advierte que la etnografía es también un acto político y afectivo.

 

De este modo, el marco teórico no se limita a definir categorías, sino que establece los ejes de análisis que guiarán la investigación: el desplazamiento social directo e indirecto; la transformación material y simbólica del espacio; la reconfiguración de la vida comunitaria frente a la turistificación; la desigualdad como trasfondo estructural; y las narrativas legitimadoras expresadas en la patrimonialización y la marca-ciudad. Todos estos elementos, articulados con un enfoque etnográfico, permitirán comprender cómo la gentrificación turística en SMA no solo transforma la morfología urbana, sino también las memorias colectivas y las formas de habitar que dan sentido al territorio.

 

3. Metodología

La investigación se desarrolla bajo un enfoque cualitativo, centrado en la interpretación de significados y en la comprensión profunda de las experiencias de los actores sociales. Parte de la intersubjetividad como principio que permite descifrar las múltiples dimensiones de lo social y lo turístico, construidas a través de símbolos y prácticas compartidas. En este marco, la reconstrucción de la realidad sanmiguelense se lleva a cabo de manera colaborativa, a partir de la escucha activa y la observación etnográfica.

 

Se orienta hacia un acercamiento directo a la percepción local y foránea de SMA, con el propósito de desentrañar la razón de ser y el comportamiento del objeto de estudio, proporcionando descripciones detalladas que revelan tanto las dinámicas visibles como los sentidos profundos que configuran la experiencia humana (Escorcia, 2020). Tal elección metodológica no se limita a la aplicación de técnicas, sino que constituye un posicionamiento epistemológico que reconoce la complejidad de lo social y su carácter situado.

 

En este marco, la etnografía se configuró como el eje rector de la investigación. El método etnográfico fue concebido como una estrategia de inmersión prolongada en la cotidianidad del campo, lo que habilitó al investigador a observar, registrar y dialogar con los actores que forman parte de este paradigma.

 

La etnografía, entendida como una forma de investigación social orientada a la interpretación de significados, valores y reglas en contextos concretos (Cotán, 2020), trasciende el mero levantamiento de datos. Su carácter narrativo y científico permite tanto la producción de descripciones densas como la construcción de explicaciones coherentes de la vida social (Mulino, 2009).

 

Asimismo, su naturaleza multitécnica posibilita la articulación entre estrategias cualitativas y cuantitativas, superando dicotomías metodológicas y favoreciendo la triangulación de datos (Apud, 2013). En este sentido, se asumió la etnografía como un ejercicio reflexivo, artesanal y crítico, en el que el investigador se erige como narrador-intérprete de una realidad construida colaborativamente con los participantes.

 

El trabajo de campo se desarrolló entre 2020 y 2023, un periodo atravesado por la pandemia de COVID-19 y su fase postpandémica. Lejos de ser un obstáculo, este acontecimiento global se convirtió en un lente analítico para examinar cómo las estructuras turísticas locales se reconfiguraron ante un fenómeno sin precedentes. La crisis sanitaria reveló tensiones, adaptaciones y contradicciones del modelo turístico vigente, enriqueciendo la lectura del proceso de turistificación y gentrificación desde un ángulo inesperado.

 

La producción de información adoptó una estrategia multimétodo. Se diseñaron cuestionarios aplicados a 96 turistas y visitantes en modalidades presenciales (48) y digitales (48), a través de Google Forms. El cuestionario, concebido como un instrumento que organiza la información mediante distintos tipos de preguntas y cuya validez depende de un lenguaje claro y accesible (García et al., 2006), permitió recoger percepciones sobre accesibilidad, precios, beneficios y perjuicios del turismo, desigualdades sociales, calidad de vida y privilegios percibidos de los extranjeros. La combinación de preguntas cerradas, de opción múltiple, de escala Likert y abiertas ofreció tanto datos cuantificables como narrativas cualitativas de gran valor interpretativo.

 

En paralelo, se realizaron 13 entrevistas semiestructuradas a actores locales seleccionados de manera intencional. Esta técnica, ampliamente utilizada en investigación cualitativa, se caracteriza por su flexibilidad y capacidad de explorar experiencias subjetivas en profundidad, mediante un proceso dialógico que permite ajustar preguntas y temáticas durante la interacción (Díaz et al., 2013; Babativa et al., 2024). Al mismo tiempo, posibilita la construcción conjunta de significados a partir de la reciprocidad entre entrevistador y entrevistado (Villarreal y Cid, 2022). De esta forma, las entrevistas permitieron acceder a emociones, pensamientos y tensiones vinculadas con los efectos de la turistificación, visibilizando la heterogeneidad social de San Miguel de Allende.

 

La determinación del número de entrevistas respondió al principio de saturación teórica, deteniéndose en el punto en que las narrativas se volvieron redundantes y dejaron de aportar hallazgos novedosos. El perfil de los entrevistados reflejó diversidad sociodemográfica en cuanto a género, edad, escolaridad y ocupación, con predominio de la interacción presencial (11 entrevistas) y menor recurrencia al formato en línea (2 entrevistas).

 

Simultáneamente, se implementó un proceso de observación etnográfica, sistematizado en más de un centenar de notas de campo. Este procedimiento se basó en el principio de registrar acontecimientos con detalle para contrastar lo observado con lo narrado, lo que incrementa la fiabilidad del análisis (Relakde et al., 2014). Dichas notas se complementaron con conversaciones informales y registros cotidianos que, lejos de ser anecdóticos, se integraron como corpus analítico, reforzando el carácter polifónico de la pesquisa.

 

La investigación empleó la técnica de muestreo en bola de nieve, ampliamente reconocida en los estudios cualitativos por su eficacia para acceder a poblaciones de difícil localización o comunidades cerradas. Este procedimiento se sustenta en la participación inicial de ciertos individuos (denominados semillas) que, a través de sus redes de confianza, facilitan el contacto con nuevos colaboradores (ATLAS.ti, 2025). Si bien este método carece de representatividad estadística y no permite establecer generalizaciones (Baltar y Gorjup, 2012), se mostró pertinente para captar la diversidad de perspectivas en torno a un fenómeno atravesado por la heterogeneidad social, inscrito además en entornos dinámicos y relaciones de carácter efímero.

 

En línea con Soto (2024), el enfoque multimétodo señala la necesidad de emplear:

Herramientas investigativas que abonan a la recaudación de datos y narrativas, después de todo, la (de)limitación temporal que tienen los actores en los destinos (visitas o estancias) requiere de estrategias metodológicas eficaces y confiables, mecánicas de trabajo inclusivas y empáticas que den voz a huéspedes y anfitriones (p. 5).

 

En este tenor, la investigación combinó cuestionarios, entrevistas y observación como mecanismos complementarios que garantizaron la riqueza y confiabilidad del corpus. De este modo, se reconoció la importancia de utilizar los instrumentos no solo para describir la realidad, sino también para contrastar lo teórico con lo empírico, asegurando la fiabilidad y validez del proceso de investigación (Quecedo y Castaño, 2002).

 

Los instrumentos se diseñaron bajo tres ejes temáticos: el entorno (uso de suelo,  transformaciones urbanas, inversión inmobiliaria, organización territorial), lo cultural, económico y social (interacción entre locales y foráneos, estratificación, desigualdades, relaciones de poder) y lo turístico (organización del sector, oferta de servicios, identidad del destino, imaginarios asociados al turismo). De este modo, los cuestionarios se destinaron a visitantes y turistas, mientras que las entrevistas y la observación privilegiaron la perspectiva de los actores locales, permitiendo capturar desplazamientos, tensiones y desigualdades asociadas a la gentrificación por turismo.

 

El análisis de la información se estructuró mediante matrices analíticas, mapas conceptuales y narrativas contrastadas, lo que favoreció una interpretación densa y situada. Esta estrategia permitió articular perspectivas emic (internas a los participantes) con visiones etic (analíticas y externas), en un diálogo que ofreció claves interpretativas para comprender cómo se reconfiguran el espacio urbano y la vida social en San Miguel de Allende bajo la presión del turismo.

 

En suma, la metodología asumió la flexibilidad como condición indispensable para abordar un fenómeno complejo y dinámico. Se buscó dar cuenta de la heterogeneidad del campo, privilegiando la voz de los actores sociales y reconociendo que en su diversidad reside la clave para entender los procesos por los que atraviesa el universo de estudio.

 

4. Resultados

El trabajo de campo permitió evidenciar que la gentrificación turística en San Miguel de Allende no surge de manera repentina, sino que se infiltra lentamente en los espacios y en los cuerpos, transformando la vida cotidiana y el sentido de pertenencia de los sanmiguelenses.

 

Los datos recabados mediante entrevistas, observación participante y fuentes secundarias revelan que el turismo, lejos de ser un motor de desarrollo equitativo, actúa como un dispositivo que reconfigura el territorio, desplaza identidades y reordena las jerarquías sociales. Esta investigación muestra que las transformaciones materiales y simbólicas no pueden separarse: ambas se complementan y se refuerzan en la configuración de un nuevo paisaje urbano atravesado por tensiones, desigualdades y resistencias.

 

El crecimiento sostenido del turismo se refleja con claridad en los indicadores oficiales. Según los registros del Observatorio Turístico del Estado de Guanajuato, la llegada de turistas pasó de 60,887 en noviembre de 2022 a 69,125 en marzo de 2025; los visitantes totales se incrementaron de 177,100 a 203,308 y la derrama económica ha ido en ascenso (tabla 1).

 

Tabla 1. Indicadores turísticos de San Miguel de Allende

Fuente: Elaboración propia con base en datos del Observatorio Turístico del Estado de Guanajuato.

 

Estos datos confirman el éxito comercial del destino, aunque la etnografía demuestra que el incremento de visitantes ha traído consigo ruido, basura, saturación de servicios y pérdida de tranquilidad en las zonas habitacionales. Para los residentes, el auge turístico se traduce en una alteración permanente del ritmo de vida: se convive con la presencia constante de foráneos, con la congestión vehicular y con el incremento de precios en productos básicos. De manera simultánea, el orgullo de habitar el centro histórico se desvanece y se sustituye por una sensación de ajenidad. El espacio que antes simbolizaba comunidad y pertenencia se convierte en escenario de consumo.

 

La concentración del turismo en torno al centro histórico es otro rasgo revelador  del proceso de gentrificación. Los atractivos culturales, los restaurantes de autor y los alojamientos de lujo se agrupan en un perímetro reducido, generando una clara segregación espacial entre la ciudad turística y la ciudad habitada (figura 1).

 

Figura 1. Distribución de atractivos turísticos en San Miguel de Allende

Fuente: Ver interior figura 1.

 

El mapa permite observar cómo el centro se ha transformado en un núcleo simbólico de prestigio, donde la estética patrimonial se impone sobre las necesidades de los habitantes. Los barrios periféricos, en cambio, se mantienen invisibles, salvo cuando su paisaje resulta atractivo para ser explotado turísticamente. En este sentido, la ciudad se embellece hacia el visitante, no hacia quienes la viven. Tal proceso reproduce la desigualdad territorial: mientras el centro se renueva, la periferia se deteriora.

 

La revisión de las cifras demográficas evidencia esta dinámica de desplazamiento silencioso. Entre 1995 y 2020, la población total de SMA creció de 52,966 a 72,452 habitantes; sin embargo, el número de hogares se redujo de 19,426 a 15,979, y el promedio de ocupantes por vivienda aumentó de 3,7 a 4,28 personas (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).

 

Tabla 2. Comparativa demográfica por localidad de San Miguel de Allende (1995-2020)

Fuente: Elaboración propia con base en datos censales e intercensales del INEGI.

 

La tabla 2 se centra en las cinco localidades que han ocupado las primeras posiciones en términos de población total dentro del municipio de San Miguel de Allende, basándose en los censos e intercensos de 1995, 2000, 2005, 2010 y 2020. Según el INEGI, las localidades urbanas son aquellas que tienen más de 2,500 habitantes, mientras que las rurales se clasifican con menos de esa cifra.

 

A partir de esta clasificación, se observa que con el paso del tiempo las localidades tienden a urbanizarse, fenómeno que responde tanto al crecimiento demográfico como a la expansión de las actividades turísticas y de servicios. Este proceso de urbanización no surge como resultado de una planeación territorial integral, sino de una presión progresiva del mercado inmobiliario y del capital turístico, que reconfigura los límites entre lo rural y lo urbano.

 

Localidades que en los años noventa mantenían dinámicas agrarias o comunales, como Los Rodríguez o Colonia San Luis Rey, han experimentado un incremento poblacional que las posiciona dentro de la categoría urbana, integrándose paulatinamente a la estructura funcional de la ciudad. Tal transición, sin embargo, no implica necesariamente acceso equitativo a infraestructura o servicios básicos; más bien, revela un crecimiento desigual, donde la urbanización se da como extensión del turismo y no como resultado de una política de desarrollo sostenible.

 

Estos indicadores demuestran que el crecimiento demográfico no corresponde a   un desarrollo habitacional equilibrado, sino a la presión sobre las viviendas existentes. En las entrevistas, los residentes relatan que la venta de casas a extranjeros o inversionistas ha desplazado lentamente a las familias locales hacia la periferia. El despojo no se produce de forma abrupta, sino mediante el encarecimiento progresivo del suelo, que excluye sin necesidad de desalojar. Este tipo de desplazamiento, de carácter silencioso, erosiona la memoria y fragmenta el tejido social: quienes permanecen deben adaptarse a una ciudad que ya no reconocen como propia.

 

El mercado inmobiliario y la expansión del alojamiento turístico acentúan esta tendencia. En 2021 se registraron 2,627 propiedades de Airbnb con una tarifa promedio de 2,530 pesos; para 2023 la cifra ascendió a 3,144 inmuebles con tarifas de 3,600 pesos, y en 2024, aunque el número descendió a 2,484, el precio promedio aumentó hasta 4,200 pesos (tabla 3).

 

Tabla 3. Hospedaje Airbnb en San Miguel de Allende

Fuente: Elaboración propia con base en datos del Observatorio Turístico del Estado de Guanajuato.

 

La interpretación etnográfica de estos datos permite comprender que la vivienda  ha dejado de ser un derecho social para convertirse en un bien de inversión. Las casas tradicionales se reconvierten en alojamientos de lujo, desdibujando los límites entre lo público y lo privado. El resultado es un desplazamiento simbólico: los habitantes ya no se reconocen en los espacios que antes habitaban, mientras los turistas disfrutan temporalmente de una versión estetizada de la vida local. A su vez, la oferta hotelera formal complementa esta dinámica. Entre 2020 y 2024, los hoteles de cinco estrellas aumentaron de 62 a 100, y el total de habitaciones creció de 2,864 a 3,306 (tabla 4) (figura 2).

 

Tabla 4. Oferta de hospedaje tradicional en San Miguel de Allende

Fuente: Elaboración propia con base en datos del Observatorio Turístico del Estado de Guanajuato.

 

Figura 2. Servicios de alojamiento temporal en San Miguel de Allende

Fuente: ver interior figura 2.

 

El análisis evidencia que la expansión hotelera privilegia al turismo de lujo y consolida una estructura urbana orientada al consumo elitizado del territorio. Bajo un discurso de modernización y prestigio internacional, este proceso refuerza lógicas de exclusión y desigualdad social.

 

El crecimiento del sector no se ha traducido en mejoras sustantivas para la población local. Los empleos generados son predominantemente temporales, de baja remuneración y sin seguridad social. De hecho, entre 2010 y 2020, la población económicamente activa disminuyó de 40,525 a 29,786 personas, mientras que la desocupación se triplicó, pasando de 468 a 1,435. En ese mismo periodo, la afiliación a servicios de salud descendió de 44,975 a 40,740 personas.

 

Estas cifras muestran con claridad que el turismo produce empleo, pero no necesariamente trabajo digno. La bonanza turística, celebrada como sinónimo de progreso, encubre un modelo de desarrollo concentrador, donde los beneficios se acumulan en el sector inversionista mientras se precarizan las condiciones laborales y se erosiona el tejido social local.

 

Desde la perspectiva etnográfica, los testimonios de meseros, choferes y empleados de limpieza refuerzan esta lectura. Expresan que el turismo “da de comer, pero no deja vivir”. La vida laboral se organiza en función de la temporada y de las fluctuaciones del mercado. Las jornadas se alargan, las propinas sustituyen al salario y la estabilidad se convierte en un lujo. En consecuencia, la desigualdad se naturaliza como parte del paisaje urbano: mientras unos disfrutan de experiencias exclusivas, otros sostienen con su esfuerzo invisible la maquinaria del turismo.

 

El patrimonio cultural, por su parte, se transforma en mercancía. Las festividades religiosas, los oficios artesanales y las tradiciones populares se reconfiguran para satisfacer las expectativas del visitante. Los desfiles y procesiones se convierten en espectáculos, los talleres artesanales en boutiques, y las expresiones locales en productos para la fotografía. Esta mercantilización del patrimonio genera una pérdida de sentido: las celebraciones dejan de ser actos de comunidad para convertirse en eventos de consumo.

 

Sin embargo, la etnografía también revela fisuras en este modelo. En medio de la turistificación emergen prácticas de resistencia: mujeres mayores organizan convivencias para mantener vivos los lazos vecinales, jóvenes pintan murales que reivindican la memoria barrial y colectivos recuperan oficios tradicionales como la cerámica o la panadería. Estas acciones, aunque discretas, constituyen una reapropiación del espacio y un acto de reafirmación identitaria. Son formas simbólicas de reclamar el derecho a la ciudad en un entorno cada vez más privatizado.

 

Adicionalmente, los datos sobre escolaridad y movilidad social refuerzan la idea de que la gentrificación turística profundiza la desigualdad estructural. El grado promedio de escolaridad se redujo de 10.29 a 9.01 años, reflejando la atracción de mano de obra con menor capital educativo y la expulsión de sectores con mayores niveles de formación hacia otras localidades. Este descenso revela una fractura intergeneracional: los jóvenes locales enfrentan un futuro laboral limitado, mientras los extranjeros y las élites urbanas capitalizan el auge turístico.

 

En resumen, los resultados muestran que la gentrificación turística en San Miguel de Allende se manifiesta de forma simultánea en los planos material, simbólico y relacional. La expansión del turismo genera una ciudad escenificada, orientada a la rentabilidad, donde la autenticidad se transforma en producto y la vida cotidiana en espectáculo. A pesar de ello, la resistencia persiste, aunque se exprese de manera fragmentaria.

 

Habitar SMA hoy implica negociar entre la nostalgia y la adaptación, entre el deseo de progreso y la pérdida de arraigo. El turismo se erige, así, como una fuerza que promete desarrollo, pero que en su despliegue reproduce desigualdades, reconfigura identidades y redefine las fronteras de lo habitable.

 

5. Discusión

Esta investigación no pretende ofrecer una generalización del fenómeno, sino visibilizar la polifonía narrativa que emerge de las experiencias y trayectorias de los habitantes de San Miguel de Allende. Lejos de buscar un patrón homogéneo, el propósito ha sido comprender las múltiples voces que dan forma a una ciudad en tensión constante entre el turismo global y la vida local. La gentrificación turística, desde esta mirada, se manifiesta como un proceso polimorfo que desborda las categorías económicas o urbanísticas para inscribirse en las dimensiones simbólicas y afectivas del habitar.

 

A partir de la evidencia empírica y del registro etnográfico, se sostiene que la gentrificación turística no constituye un fenómeno aislado, sino una modalidad contemporánea de reestructuración urbana, donde el territorio se convierte en escenario de acumulación, y la cultura, en mercancía. Tal como advierten Genç et al. (2022), cuando el turismo se entrelaza con la dinámica inmobiliaria, se produce una redistribución desigual del espacio urbano y una progresiva sustitución de los usos comunitarios por funciones orientadas al consumo. Los hallazgos obtenidos confirman esta premisa: el centro histórico, antaño espacio de convivencia, ha sido resignificado como vitrina global, donde la autenticidad se fabrica y la vida cotidiana se estetiza.

 

Ahora bien, el análisis cualitativo permitió identificar tres respuestas locales frente a este proceso: adaptación, resistencia y repliegue. La adaptación, siguiendo a Herrera y Navarrete (2017), se expresa en la reconversión de viviendas y comercios en servicios turísticos, lo cual supone una estrategia de sobrevivencia ante la presión del mercado. No obstante, esta integración funcional conlleva la pérdida paulatina de prácticas sociales endógenas. La resistencia, por su parte, se materializa en la preservación de rituales, festividades o formas de organización que buscan sostener el sentido comunitario, aunque corren el riesgo de ser absorbidas por la lógica del espectáculo (Casgrain y Janoschka, 2013). Finalmente, el repliegue representa tanto una retirada táctica como una afirmación cultural: ante la mercantilización  del centro, las prácticas locales se trasladan hacia los márgenes, configurando una geografía alternativa de la pertenencia.

 

La triangulación de datos (cuantitativos, narrativos y observacionales) confirma que la gentrificación turística actúa simultáneamente sobre el espacio, las relaciones sociales y las identidades. Desde la perspectiva teórica, este hallazgo concuerda con Lefebvre (1968) y Harvey (1977), quienes sostienen que el derecho a la ciudad se erosiona cuando el valor de cambio prevalece sobre el valor de uso. En SMA, esta lógica se traduce en una estetización del patrimonio que privilegia la imagen sobre la habitabilidad. La ciudad, así, deja de ser un lugar para vivir y se transforma en un bien para ser mostrado (tabla 5).

 

Tabla 5. Transformaciones turísticas, reconfiguración urbana-social y formas de resistencia en SMA

Fuente: Elaboración propia con base en entrevistas, cuestionarios y observación etnográfica (2020–2023).

 

La sistematización anterior permite comprender que la gentrificación turística no opera de forma lineal ni uniforme, sino como un entramado de microtransformaciones que, al entrelazarse, producen una nueva morfología urbana y social. Cada indicador analizado (desde el incremento de alojamientos temporales hasta el deterioro de la seguridad social) evidencia una misma tendencia: la subordinación del espacio urbano a las exigencias del capital turístico. Esta constatación no niega la existencia de beneficios económicos, pero sí evidencia su distribución asimétrica. El turismo, en consecuencia, actúa como un catalizador de desigualdad, al tiempo que reconfigura los significados del arraigo y la pertenencia.

 

La lectura etnográfica de los resultados permite ir más allá del diagnóstico estructural. Las narrativas recogidas muestran que el despojo no se expresa únicamente en el desplazamiento físico, sino también en la pérdida del reconocimiento simbólico. El habitante se convierte en espectador de su propia ciudad, mientras el visitante asume el papel de protagonista. De este modo, la gentrificación turística se revela como un proceso que coloniza no solo los espacios, sino también las memorias. Empero, la persistencia de prácticas comunitarias (desde las convivencias vecinales hasta los talleres autogestivos) demuestra que la resistencia se sostiene incluso en condiciones adversas. Son gestos que, aunque modestos, contienen un profundo potencial político: el de afirmar la vida cotidiana como acto de resistencia frente a la lógica mercantil.

 

Desde una perspectiva crítica, los hallazgos de esta investigación sugieren que San Miguel de Allende encarna un modelo urbano dividido entre dos racionalidades.  Por un lado, la racionalidad performática, orientada a la rentabilidad, que concibe  la ciudad como espectáculo global y laboratorio de consumo cultural. Por otro, la racionalidad comunitaria, que busca preservar la memoria, los vínculos y la habitabilidad como valores no transables. Entre ambas se despliega un campo de tensión donde la ciudad se vuelve escenario y los ciudadanos, actores obligados a representar su identidad para sobrevivir.

 

En este sentido, la gentrificación turística debe entenderse como una forma de desposesión simbólica. No solo desplaza cuerpos, sino también significados; no solo modifica estructuras, sino que altera la percepción de lo posible. Frente a ello, la etnografía crítica ofrece una herramienta indispensable, pues permite observar cómo las políticas urbanas, los flujos turísticos y las estrategias de resistencia se entrelazan en la trama del cotidiano. En las calles empedradas y los barrios periféricos, en las voces de los trabajadores y las memorias de los ancianos, se expresa un mismo dilema: la tensión entre permanecer y desaparecer en una ciudad que ya no se reconoce del todo.

 

Así, la discusión no busca clausurar el debate, sino abrirlo hacia nuevas preguntas.
¿Qué implica habitar una ciudad cuando el patrimonio se ha convertido en mercancía? ¿Cómo sostener la vida comunitaria en un entorno diseñado para el consumo? Estas interrogantes interpelan no solo a los sanmiguelenses, sino también a las políticas públicas y al campo académico que estudia los procesos urbanos contemporáneos. La etnografía crítica, al situar las voces locales en el centro del análisis, permite comprender que la gentrificación turística no es únicamente un fenómeno urbano, sino una cuestión ética que redefine la relación entre economía, cultura y territorio.

 

En este tenor, San Miguel de Allende se configura como un espacio de disputa entre el capital global y la memoria local. La ciudad performática avanza, pero la comunidad persiste. En esa tensión se juega el futuro del lugar: si prevalece la lógica del mercado, la ciudad se consolidará como postal; si, en cambio, se fortalecen las prácticas de arraigo y memoria, podrá emerger un modelo alternativo de desarrollo más justo y sustentable. Reconocer esta dualidad no implica resignación, sino conciencia crítica: solo comprendiendo las múltiples capas de sentido que atraviesan el fenómeno será posible imaginar una ciudad habitable para quienes la sueñan y no solo para quienes la consumen.

 

6. Conclusiones

El análisis de San Miguel de Allende revela con claridad que la consolidación de su modelo turístico ha profundizado desigualdades estructurales que trascienden lo económico. El turismo, presentado como motor de desarrollo, se erige también como un dispositivo de exclusión que redefine la vida urbana bajo la lógica del mercado global.

 

La gentrificación se manifiesta en múltiples dimensiones: desde el encarecimiento silencioso que expulsa a los sanmiguelenses hacia la periferia hasta la mercantilización del patrimonio cultural, convertido en insumo estandarizado para el consumo extranjero. Esta dinámica transforma la ciudad en una exhibición cosmopolita que privilegia la imagen sobre la vida cotidiana y que, al mismo tiempo, invisibiliza las problemáticas que enfrenta la comunidad local.

 

El trabajo etnográfico resultó crucial para captar estas tensiones. A diferencia de los indicadores cuantitativos que celebran el crecimiento del turismo, la etnografía permitió escuchar las voces que narran la nostalgia, la resistencia y el desencanto de los habitantes. Gracias a este enfoque, fue posible evidenciar cómo el despojo no se reduce al desplazamiento físico, sino que se inscribe en las memorias, las identidades y los vínculos comunitarios. La etnografía, al recuperar experiencias encarnadas y situadas, aporta una mirada integral que revela aquello que los discursos oficiales prefieren omitir: la fractura entre la ciudad que se promociona y la ciudad que se habita.

 

El caso de estudio deja en evidencia áreas de oportunidad que deben ser asumidas con urgencia. En primer lugar, se requiere repensar las políticas urbanas para priorizar las necesidades de la población residente frente al capital turístico. La planificación debe considerar límites claros a la expansión de alojamientos temporales y mecanismos de protección del acceso a la vivienda.

 

En segundo lugar, es necesario fortalecer las expresiones culturales comunitarias, evitando que sean absorbidas por la lógica de la folclorización o la homogeneización. Finalmente, la gestión del destino debe incorporar indicadores sociales que midan no solo la derrama económica, sino también la calidad de vida de los habitantes, todo esto a partir de la escucha activa y el respeto de las formas de vida tradicionales.

 

Si bien la investigación permitió documentar con rigor procesos de gentrificación turística en San Miguel de Allende, es necesario reconocer ciertas limitaciones que abren áreas de oportunidad para estudios futuros. El número de colaboradores, aunque suficiente para alcanzar la saturación teórica, podría ampliarse en investigaciones posteriores a fin de fortalecer la representatividad de las voces locales y capturar con mayor detalle la diversidad social del territorio.

 

Asimismo, la disponibilidad limitada de recursos y presupuesto condicionó la posibilidad de extender la permanencia en campo y de incorporar herramientas de análisis más sofisticadas. Estas restricciones metodológicas no demeritan los hallazgos aquí expuestos, sino que evidencian la necesidad de impulsar proyectos con mayor financiamiento, tiempo de observación prolongado y estrategias interdisciplinarias que integren dimensiones ambientales, económicas y culturales de forma más amplia.

 

Los retos futuros se sitúan en el terreno investigativo y en el político. Desde la investigación, se impone la necesidad de articular metodologías mixtas que integren la densidad interpretativa de la etnografía con herramientas que permitan medir impactos urbanos y ambientales de manera más sistemática. Asimismo, resulta imprescindible ampliar la escala comparativa, explorando cómo procesos semejantes afectan a otras ciudades patrimoniales en México, América Latina y el mundo. Desde el plano político, el desafío radica en superar el modelo de ciudad performática y construir alternativas que equilibren el atractivo turístico con el derecho a la ciudad de sus habitantes.

 

San Miguel de Allende encarna así la paradoja de muchos destinos patrimoniales: mientras se proyecta al mundo como emblema de tradición y sofisticación, enfrenta internamente una erosión de sus lazos comunitarios y de su accesibilidad social. Reconocer esta contradicción no significa negar los beneficios del turismo, sino visibilizar que estos se distribuyen de manera profundamente desigual. El reto está en transformar el actual modelo en uno más inclusivo y sostenible, donde la memoria, la vida cotidiana y la dignidad de los residentes no queden subordinadas a la mercantilización del espacio y de la cultura.

 

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