CARACTERÍSTICAS Y RETOS DE LA INVESTIGACIÓN ACCIÓN PARTICIPATIVA (IAP) UNA EXPERIENCIA PERSONAL EN INVESTIGACIÓN TURÍSTICA

 

Resumen

El objetivo de este artículo es la reflexión sobre el complejo proceso de análisis y escritura de la investigación acción participativa (IAP), desde un ángulo teórico y un ejemplo práctico. Así, la primera parte del texto aporta una visión general de los distintos enfoques de investigación activa, desde su evolución histórica hasta las tipologías en las que ha derivado; se presentan también sus principales características y contextos haciendo hincapié en su objetivo dual, carácter colaborativo y método cíclico, para concluir con sus limitaciones más importantes como el abuso, el tokenismo o la “nueva tiranía” de la que puede hacer gala. En la segunda parte se aborda un caso práctico de IAP en turismo con comunidades indígenas de la Selva Lacandona (México). A través de la descripción metódica del proceso de diseño, investigación, análisis y escritura del trabajo doctoral de la autora, se examina la experiencia completa de un proyecto de IAP y se da respuesta a los distintos retos encontrados. Igualmente, se discuten los valores éticos que deben informar los estudios colaborativos y la necesidad de reflexión sobre el papel del investigador externo en los procesos de iap. El resultado de esta reflexión muestra la necesidad imperiosa de colaborar con las comunidades locales para avanzar en el conocimiento turístico y descolonizador en contextos indígenas.

 

Palabras clave: Chiapas, análisis, metodología, turismo indígena, reflexividad.

 

 

CHARACTERISTICS AND CHALLENGES OF PARTICIPATORY ACTION RESEARCH (PAR): A PERSONAL EXPERIENCE IN TOURISM RESEARCH

 

Abstract

This article looks at participatory action research (PAR) methods from theoretical and practical perspectives. The first part of this work provides an overview of the different approaches to action research, its historical evolution and resulting typologies. Its main characteristics and contexts are explored, highlighting the dual purpose of the method, collaborative nature and cyclical practice to conclude with the main shortcomings such as the abuse, ‘tokenism’ or the ‘new tyranny’ of the method. The second part focuses on a practical example of par with indigenous communities in the Lacandon Jungle (Mexico). Through the description of the research process from design, field work and analysis to the final writing of the doctoral work, the comprehensive experience of a par project is examined and the different challenges and responses are presented. The ethical values that should inform collaborative studies and the need for reflection on the role played by the external researcher in the par processes are also discussed. The text concludes with a reflection on the imperative need to collaborate with local communities to advance in decolonized tourism knowledge in indigenous contexts.

 

Keywords: Chiapas, analysis, methodology, indigenous tourism, reflexivity.

 

Introducción

Las investigaciones centradas en el aprendizaje activo y colaborativo tienen sus orígenes en los años veinte del siglo pasado. Casi cien años más tarde, los procesos de investigación participativa siguen atrayendo a profesionales y académicos de variadas disciplinas, entre las que se encuentra el estudio de los fenómenos turísticos. Aunque aún hay quien considera la acción en la investigación como una forma de contaminación de los resultados y los procesos, cada vez más autores optan por incorporar la acción en sus investigaciones. Para muchos, es el camino más directo para que los resultados científicos lleguen a informar las decisiones de planificación y gobernanza. Para otros, responde a una llamada hacia una investigación más comprometida y ética. De cualquier manera, la unión de la acción con la investigación, el análisis, la evaluación y la deconstrucción de modos tradicionales de opresión se ha convertido en una forma de indagación respetada  y valorada dentro de los nuevos paradigmas de investigación (Lincoln, Lynham y Guba, 2011).

 

En la academia del turismo, tanto los trabajos con perspectiva crítica, como aquellos centrados en el desarrollo organizacional o la cooperación internacional, han visto en las metodologías activas una aproximación adecuada  para dar respuesta  a la compleja realidad del turismo. Sin embargo, a pesar del éxito de la amplia familia de métodos participativos y sus variadas aplicaciones, estos  no están libres de dificultades y de cierto grado de controversia. El análisis de las características  y limitaciones de la investigación acción participativa (IAP) se convierte, por tanto, en un aspecto fundamental en el diseño de nuevas pesquisas participativas, especialmente en el terreno del desarrollo y la cooperación internacional, donde tras el boom de los métodos participativos en áreas rurales de los años noventa, se han dado múltiples ejemplos de abuso y mal uso de estas prácticas (Cornwall y Pratt, 2011).

 

Por otra parte, la complejidad intrínseca de los procesos participativos hace que el diseño de las investigaciones, el proceso de recogida de datos, el análisis de estos y la conversión de toda la información recabada en un texto de investigación añadan aún más dificultad a las pesquisas con iap. Cuando se trata de trabajos doctorales, a los retos ya mencionados se une la falta de experiencia del investigador y la complicación de la recogida de datos multimodales al trabajar en solitario.

 

El presente artículo analiza la historia, las características, los retos y las limitaciones de la metodología de investigación colaborativa y ofrece un ejemplo práctico de diseño metodológico y analítico empleado junto con empresarios turísticos indígenas en la Selva Lacandona de México. Asimismo, tiene como objetivo aportar luz sobre la complejidad de la IAP tanto desde el punto de vista teórico como desde la propia experiencia de investigación.

 

1. La investigación acción participativa

1.1 Antecedentes históricos

Los planteamientos teóricos de la investigación acción (ia) tienen sus orígenes en los trabajos del psicólogo social Kurt Lewin (1946). Interesado por las dinámicas de ayuda colaborativa observadas en los grupos religiosos americanos, plantea la posibilidad de unir teoría y práctica en la investigación y producir con ello un cambio social en el entorno estudiado. Entre los años sesenta y setenta del siglo xx, en Latinoamérica comienzan a darse una serie de corrientes de pensamiento que tratan de producir conocimientos que ayuden directamente a los grupos subalternos de la sociedad latinoamericana a revertir su situación de opresión. El sociólogo Orlando Fals Borda recoge el testimonio de Lewin y comienza a dar forma a la iap, como metodología de lucha social y política. Fals Borda parte del argumento central de la educación popular del brasileño Paolo Freire (1968-1970), que sostiene que los grupos social y económicamente marginados tienen capacidad de análisis y, por tanto, pueden evaluar su propia realidad para buscar soluciones cultural y socialmente apropiadas a su contexto. Entonces, con la formación adecuada se puede reforzar esta capacidad como vía hacia el empoderamiento (Fals-Borda y Rahman, 1991).

 

Aunque Lewin y Fals Borda son sin duda dos figuras fundamentales en el desarrollo de las investigaciones participativas, no es posible atribuirles el mérito de sus orígenes. Así, parafraseando a Alfredo Molano en la Conferencia de Cartagena de 1997, toda gran invención tiene muchos autores y el origen de los métodos participativos surge del choque entre el pensamiento rígido del cientifismo positivista y la cruda realidad (Swantz, 2008, p. 31). El cuadro 1 muestra algunos de los hitos más importantes en ese desarrollo a lo largo del siglo xx.

 

Desde entonces  la ia, en sus diferentes variantes, ha ido ganando adeptos entre los teóricos sociales y respeto entre el resto de la comunidad científica internacional. Sin embargo, no es hasta finales de los noventa, con el surgimiento de planteamientos críticos a la modernidad, cuando académicos y profesionales comienzan un diálogo acerca de los planteamientos teóricos y prácticas llevadas a cabo desde distintas disciplinas  y corrientes epistemológicas, conduciendo al resurgir de la práctica y la consolidación interdisciplinar de la teoría (Kemmis y McTaggart, 2005).

 

Como se muestra en el cuadro 2, la investigación basada en la acción engloba una amplia gama de enfoques y prácticas, cada una fundada en corrientes, filosofías y tradiciones epistemológicas distintas y con diferentes agendas políticas.

 

Ante tal diversidad de enfoques podemos acordar que “el término investigación-acción hace más bien referencia a una perspectiva de trabajo que a una metodología concreta” (Bartolomé Pina, 1986, p. 55). Se trata de “un grupo de prácticas multidisciplinares [pero siempre] orientadas a una estructura de compromisos intelectuales y éticos” (Greenwood, 2000, p. 32).

 

Cuadro 1. Orígenes de las investigaciones participativas

Fuente: Elaboración propia con base en Fals-Borda (1973, 2001), Rapoport (1970), Reason y Bradbury (2008), y Swantz (2008).

 

Cuadro 2. Algunas tipologías de investigaciones activas y participativas


Fuente: Elaboración propia con base en Chambers (2008), y Kemmis y McTaggart (2005).

 

Esta variedad de enfoques da pie a múltiples definiciones. Para Reason y Bradbury (2001,  p. 1), “es un proceso  participativo y democrático,  preocupado  por desarrollar conocimiento práctico en la búsqueda de fines útiles para la humanidad, y basada en una visión compartida del mundo”. De forma similar, Kemmis  y McTaggart (2005, p. 560), en la vertiente crítica de las investigaciones activas, consideran que estas  “expresan el compromiso de reunir un amplio análisis social –el autoestudio autorreflexivo de la práctica, [...] y la acción para mejorar las cosas”.

 

En un intento de clarificar las diferencias entre los distintos enfoques Reason (1994) divide las investigaciones activas en tres modalidades, dependiendo de quién las utilice como instrumento de generación de conocimiento y progreso. Así, 1) la investigaciónacción sería la más enraizada en los postulados clásicos de Lewin y los estudios en educación de Corey, y su principal utilidad consistiría en aportar conocimiento al educador; 2) la investigación-acción participativa serviría a los intereses de la comunidad y por tanto sus características principales serían la adquisición colectiva de conocimiento, la sistematización de este y su utilidad social; por último, 3) la investigación-acción cooperativa serviría a un grupo concreto de trabajo, en el que por mutuo acuerdo y beneficio se unirían intereses académicos por un lado y profesionales por otro, para solucionar un problema práctico que atañe a los segundos, “vinculando los procesos de investigación con los procesos de innovación y con el desarrollo de la formación profesional” (Bartolomé Pina, 1994, p. 386). Estas dos últimas son las más habituales en los estudios turísticos.

 

1.2 Características comunes de los enfoques de acción participativa

La IA “no es una práctica homogénea. Es más bien un campo de debate ruidoso y activo sobre el valor de la investigación social para el cambio social” (Greenwood, 2000, p. 33), sin embargo, independientemente de la orientación filosófica, la agenda política o el objeto de la práctica, los enfoques de investigación activa tienen una serie de elementos en común, que se explicarán a continuación.

 

1.2.1 Objetivo dual de la investigación acción

Según Reason y Bradbury (2008, p. 1), la IA  busca, a través de la acción y la reflexión común, encontrar soluciones prácticas a los problemas que acucian a un grupo de personas, con la intención de que esas soluciones contribuyan al cambio social y personal de los sujetos implicados en la investigación. La mejora de una problemática real, así como el proceso de aprendizaje colectivo y autorreflexivo que conlleva el enfoque participativo, permite a los participantes entender el origen, formación y vías de solución del problema estudiado, preparando a la comunidad para enfrentarse a nuevos retos y, con ello, conducir al empoderamiento social e individual.

 

Por otro lado, el proceso es cuidadosamente estudiado por todo el grupo de trabajo para ayudar a promover los objetivos de la ciencia social. A través de la investigación, el grupo pretende contribuir a la mejora del bienestar –económico, político, psicológico, espiritual– de otras personas y comunidades, consiguiendo una relación más equitativa y sostenible con la ecología planetaria de la cual formamos parte (Reason y Bradbury, 2008).

 

1.2.2 Equipos colaborativos

En los enfoques de IA se forman equipos colaborativos donde las personas implicadas en el objeto de estudio trabajan conjuntamente con investigadores o técnicos externos para dar respuestas  prácticas a la situación planteada.

 

Los enfoques de acción se oponen a otros planteamientos de investigación cualitativa en que los colectivos a estudiar pasan de ser “objetos” de la investigación a ser “sujetos” protagonistas de la misma (Heron y Reason, 2006), lo que permite a la comunidad beneficiarse directamente del proceso de investigación y no solo padecerlo (Reason y Bradbury, 2008). Los participantes pueden ser profesores, estudiantes,  activistas sociales, líderes comunitarios, profesionales, trabajadores, es decir, miembros de cualquier comunidad o grupo con una preocupación común e interés por encontrar soluciones para resolverla. Puede considerarse ia  “solo cuando es colaborativa y se consigue a través de la acción examinada críticamente de los miembros individuales del grupo” (Kemmis y McTaggart, 1998, p. 5).

 

Se trata de un proceso de coaprendizaje, donde las personas afectadas por el problema de estudio y el investigador o técnico se convierten en compañeros de investigación para enfrentarse  conjuntamente a una determinada situación (Reason y Bradbury, 2008). Cada miembro del equipo contribuye con sus propias habilidades para resolver el problema. La comunidad aporta sus saberes ancestrales y su conocimiento íntimo de la situación, mientras que los investigadores externos añaden el punto de vista técnico al proyecto, brindando su conocimiento académico. “Los conocimientos expertos se consideran importantes, pero los conocimientos locales se consideran esenciales” (Greenwood, 2000, p. 33).

 

Se crea, así, un espacio nuevo, donde la unión de conocimientos foráneos y locales produce otras formas de comprensión. Este “cruzamiento fertilizante” permite a cada miembro del equipo mirar el problema desde una nueva perspectiva, generando una mayor comprensión de lo que ocurre (Ander-Egg, 2003).

 

En esta nueva relación de saberes, el experto o académico tiene una función proactiva dentro del equipo, por lo que el investigador no se mantiene al margen observando el proceso, sino que interviene activamente en él. Por tanto, la objetividad da paso a la acción y el investigador reconoce en todo momento su sesgo, tanto de cara al resto de participantes, como hacia la comunidad científica (Reason y Bradbury, 2008).

 

1.2.3 Proceso cíclico

El  proceso  seguido en estas  metodologías se  puede  explicar de forma básica en una secuencia de espirales, cada una de ellas marcada por los mismos cuatro pasos: 1) planificación de un cambio; 2) actuación en la búsqueda de ese cambio; 3) observación de los efectos que la actuación ha tenido sobre el cambio que se quiere acometer, para continuar con un 4) acto de reflexión colectiva sobre el proceso completo y así decidir los siguientes pasos que hay que emprender. De este modo se iniciaría una nueva etapa de planificación de cambio para perpetuar la espiral (Kemmis y McTaggart, 2005). Este modelo es una de las contribuciones de Lewin (1946), por tanto, su esencia se traslada a la mayor parte de modelos aplicados en la ia, aunque en ningún caso es estricto, ya que cada etapa afecta al desarrollo de las siguientes, por lo que, “en realidad, el proceso será probablemente más fluido, abierto y receptivo” (Kemmis y McTaggart, 2005, p. 563).

 

Figura 1. Los ciclos de la investigación acción participativa

Fuente: Elaboración propia

 

1.3. Limitaciones de la investigación participativa

A pesar del éxito de la amplia familia de métodos participativos, estos no están libres de dificultades. Es necesario tenerlo muy en cuenta al diseñar nuevas iniciativas participativas, sobre todo cuando se involucra a grupos tradicionalmente marginados. La excesiva popularidad que en los años  noventa adquirieron estos  métodos  en los proyectos  de cooperación internacional en áreas rurales, condujo a una generalización de malas prácticas. Estos abusos llevaron a científicos de distintas disciplinas a postularse en contra de los métodos participativos por considerarlos carentes de rigor (Cornwall y Pratt, 2011).

 

Frente a la “tiranía” de los métodos  positivistas en ciencias sociales, que durante mucho tiempo se han limitado a contar, ordenar y estructurar  a las personas  en tablas y  rankings (investigaciones  demográficas,  laborales,  epidémicas,  etc.),  despreciando por completo la capacidad de agencia del ser humano, los enfoques cualitativos y, más especialmente, los participativos, han intentado incorporar la voluntad de las personas, su aptitud para pensar y actuar. Sin embargo, estos  mismos métodos de investigación que pretendían dar voz, oportunidad y agencia a los sujetos de estudio, se están convirtiendo en una “nueva tiranía” (Cooke y Kothari, 2001). En nombre de la democracia participativa, grupos vulnerables se ven inmersos en actividades, procesos y toma de decisiones para los que no están preparados, obligándolos a compartir sus saberes, experiencias y puntos de vista en procesos que rara vez conducen al empoderamiento (Beazley y Ennew, 2006). A menudo la participación es solo aparente, sin una cesión real de poder en la toma de decisiones, produciéndose lo que Arnstein (1969, p. 217) denominó “tokenism”. Analizando el interés político por la participación ciudadana en los procesos de planificación, Sherry Arnstein emplea este término para hacer referencia a los niveles de participación cosmética o formulista, donde se cuidan las formas pero no interesa realmente cambiar el statu quo.

 

Para Beazley y Ennew (2006), otra consecuencia de la nueva tiranía es que el interés por los grupos más desfavorecidos ejerce un efecto de discriminación positiva, excluyendo de los estudios a los grupos sociales más poderosos. Cuando los grupos de poder no están involucrados en el proceso, es muy difícil que los proyectos se materialicen en acciones positivas para la comunidad. Cuando los objetivos de cambio que pretenden  los métodos participativos no se alcanzan, los procesos participativos generan expectativas en el grupo que no llegan a ser satisfechas, lo cual lleva a la frustración y el desinterés por la investigación.

 

Además, la libertad, la importancia de la creatividad y de la decisión de los participantes inherentes al diseño de las investigaciones, conduce a menudo a procesos caóticos de recogida de datos, lo que dificulta su análisis y posterior uso, limitándose muchos estudios al propio proceso, pero sin alcanzar objetivos reales de investigación.

 

Para superar estas limitaciones  Beazley y Ennew (2006) aconsejan combinar los métodos cuantitativos y cualitativos con el propósito de reforzar los resultados académicos de las investigaciones; incorporar a todo tipo de agentes en los proyectos para asegurar su capacidad de implementación; y cambiar el enfoque basado en la ideología humanitaria por uno basado en los derechos humanos, a fin de evitar paternalismos y discriminaciones positivas.

 

2. Mi experiencia doctoral con la Iap

Orlando Fals-Borda, El problema de cómo investigar la realidad para transformarla por la praxis, p. 10

 

En enero de 2011, recién matriculada en mis estudios de doctorado en el Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas (IUIT) de la Universidad de Alicante (UA), en España, me incorporé al equipo de trabajo que desde hace años ha unido a esta institución con estudiantes y docentes de la Universidad Intercultural de Chiapas (Unich) de México. En el primer viaje de campo acompañé  al equipo de investigación UA-Unich en la devolución de resultados de estudios anteriores a las comunidades indígenas de la Selva Lacandona. Este grupo multidisciplinar y multiétnico venía realizando estudios colaborativos con empresarios turísticos choles, tzeltales y lacandones desde 2008. Este viaje me permitió familiarizarme con el entorno, conocer a los empresarios indígenas y participar en las reuniones grupales de discusión que se mantuvieron con los coinvestigadores, sentando las bases de lo que sería mi investigación doctoral. Dando continuidad a los proyectos iniciados y respuesta a las demandas de las comunidades, centré mis investigaciones en nuevas fórmulas de capacitación empresarial en contextos indígenas, con especial atención al diseño de actividades turísticas experienciales.

 

A continuación presento  las características  y retos metodológicos a los que me enfrenté en mi proceso doctoral. Los resultados académicos obtenidos en las distintas fases de investigación colaborativa en la Selva Lacandona quedan fuera del alcance de este artículo y han sido discutidos en otros lugares (véase Espeso-Molinero, Carlisle y Pastor-Alfonso, 2016;  Pastor-Alfonso y Gómez López, 2010;  Pastor-Alfonso y Espeso-Molinero, 2013 y 2015).

 

2.1 La estrategia de indagación

Tratando de evitar la investigación extractiva que tanto ha caracterizado los estudios sociales en contextos indígenas (Leyva y Speed, 2008), el equipo UA-Unich venía utilizando metodologías activas y colaborativas como forma de generar beneficios directos para los empresarios indígenas. Así, el diseño de la investigación buscó crear valor mediante la capacitación y la resolución de problemas reales de los empresarios lacandones, empleando el aprendizaje, la reflexión y exploración de las capacidades creativas. Al mismo tiempo, al tratarse de un proceso práctico, permitía a todos los participantes, investigador y coinvestigadores, alcanzar los cuatro niveles de conocimiento de Heron y Reason (1997) a través de la “subjetividad crítica” (véase cuadro 3).

 

Cuadro 3. Modos de adquirir conocimiento

Fuente: Heron y Reason (1997).

 

Admitiendo que el conocimiento no es neutral sino que refleja las relaciones de poder dentro de la sociedad, la IAP me permitió trabajar en un contexto totalmente ajeno y desconocido, sin pretender formar parte de él.

Al investigador formado en la tradición americana/europea que trabaja en el ámbito del turismo indígena se le recuerda continuamente, si no es ya consciente de ello, el hecho de que muchas sociedades indígenas son exclusivas y no inclusivas. El conocimiento se transmite a los ya iniciados, e incluso, en algunos casos, solo los miembros de algunas familias pueden ser iniciados. El investigador es siempre un extraño. [Ryan, 2005, p. 2; énfasis añadido].

Al asumir el papel de técnico dentro del grupo de coinvestigación, mi situación de “extraña” frente al grupo indígena no solo se reconocía abiertamente, sino que además se aprovechó para generar nuevas relaciones interpersonales basadas en la ayuda mutua. Mi situación fue entendida y apreciada por el grupo de investigación, facilitando la consecución de los objetivos. Se eliminaba, así, cualquier posible ambigüedad sobre mi presencia en la Selva Lacandona, y se dejaba patente que mi intención no era extractiva. El diseño de investigación propuesto  favorecía la percepción de beneficio para los empresarios, facilitando la participación y el compromiso por su parte.

 

2.1.1 Del proyecto participativo a la memoria escrita

Los proyectos de investigación activa son procesos largos, la mayoría de las veces inacabados, y siempre caracterizados por la complejidad. Este es el caso de la presente investigación, donde a las dificultades propias de la IAP se unía la necesidad de transformar los resultados obtenidos en un relato doctoral, donde se identificaran claramente las distintas contribuciones: las de los coinvestigadores indígenas, las del equipo UA-Unich –al que yo pertenecía–, y las de mi trabajo individual.

 

Encontré la solución en dos factores. Por un lado, concentré la atención de mi investigación doctoral en uno solo de los grupos con los que el equipo UA-Unich venía trabajando, los lacandones. Por otro, dividí mi relato de tesis en dos partes, una sincrónica y otra diacrónica.

 

En la primera expuse los resultados de un diagnóstico de situación basado en datos recogidos a lo largo de todo el proceso de investigación, incluyendo en algunos casos mi propia interpretación de datos (grabaciones, videos y fotografías) anteriores a mi incorporación al equipo de investigación. Esta sección se compone fundamentalmente de verbatim, tratando de rescatar las voces y percepciones de los implicados.

 

En la segunda, la diacrónica, ofrecí un análisis de la investigación siguiendo el modelo cíclico de las fases de la iap, enmarcando el trabajo participativo dentro de un proyecto de mayor escala y envergadura (Kemmis y McTaggart, 2005). Comencé por relatar las experiencias previas a mi incorporación, como antecedentes de mi investigación, y después presenté  dos ciclos más de investigación. En el primero, denominado diálogo en comunidades, mostraba el trabajo de todo el equipo, prestando especial atención a las funciones, análisis y resultados de las parcelas más personales del proyecto. En el segundo, llamado diálogo en empresas, expuse los resultados del trabajo realizado con los coinvestigadores indígenas pero en solitario. La figura 2 presenta gráficamente la estructuración del proceso de investigación.

 

Figura 2. Proceso de la investigación

Fuente: Elaboración propia.

 

Para el relato escrito analicé cada una de las cuatro fases de la iap. Las figuras 3 y 4 muestran un esquema de los resultados obtenidos en los dos ciclos presentados, publicados en 2015 y 2016, respectivamente.

 

Figura 3. Diálogo en comunidades

Fuente: Elaboración propia.

 

Figura 4. Diálogo en empresas

Fuente: Elaboración propia.

 

2.1.2 Grado de participación local

No todos los elementos que integraron las metodologías empleadas en este trabajo fueron consensuados con los coinvestigadores. En general, el grado de control, colaboración y compromiso con la investigación se iba incrementando a medida que progresaban los ciclos de esta. A pesar de que el grado de control fue medio-alto en los tres ciclos, sobre todo en lo que respecta al nivel de apropiación de los resultados, en ninguno de los ciclos de investigación se dejó el diseño y elección de instrumentos en manos de los participantes. Basándonos en Beazley y Ennew (2006, p. 195), “debido al enfoque no sistemático” que generan los procesos íntegramente participativos, “la investigación no puede ser comparada a lo largo del tiempo o entre diferentes lugares”, por lo que para esta investigación optamos (el equipo UA-Unich en la fase conjunta, y yo misma en las fases individuales) por un diseño basado en las necesidades  expuestas  por el grupo participante (creación de producto), con el formato solicitado por ellos (capacitación), con múltiples momentos abiertos para la participación y decisión del grupo (formato talleres interactivos), pero bajo un diseño de técnicas e instrumentos de investigación fijos que permitieran, en el futuro, repetir el programa de capacitación en otros lugares y con otros grupos étnicos o culturales.

 

El cuadro 4 muestra el grado de participación de la población local en el proceso de investigación. En ella se tiene en cuenta la taxonomía de Balcazar (2003), considerando los aspectos de control, colaboración y nivel de compromiso de los participantes con la investigación, desglosándose estos en rubros más detallados para llegar a un análisis más completo.

 

Cuadro 4. Grado de participación  local en la investigación

Fuente: Elaboración propia con base en Balcazar (2003).

 

La colaboración fue siempre muy alta. En todos los ciclos de la investigación, la respuesta de la comunidad ha sido muy colaborativa, con altos niveles de interés, participación y discusión sobre las materias analizadas.

 

Desde el primer momento, un grupo sólido de empresarios se mostró fuertemente implicado en las labores de investigación. A medida que los ciclos progresaban, la necesidad de compromiso por parte de los empresarios iba creciendo, por lo que en el último ciclo conté con un número menor de ellos, pero muy comprometidos con el proyecto.

 

2.1.3 Técnicas empleadas

En la iap, todas las técnicas de recolección de datos son válidas mientras cumplan ética y prácticamente  con su cometido (Greenwood, 2000). La principal norma en la práctica de investigaciones activas consiste  en ser muy consciente  de las elecciones que el investigador toma y sus consecuencias, ya que la IAP “es mejor entendida como una forma de ser y hacer en el mundo” con ideas y prácticas basadas  en un sólido marco teórico “pero siempre con libertad de responder creativamente a las exigencias del contexto” (Reason y Bradbury, 2008, p. xxvii). Los datos recogidos en la IAP son predominantemente descriptivos. Se puede describir personas, situaciones, eventos, etc., incluyendo entrevistas, transcripciones, fotografías, dibujos, entre otros (Reason y Bradbury, 2008).

 

A lo largo de toda esta investigación la recogida de datos se llevó a cabo de forma multimodal, a través de anotaciones y diarios de campo, archivo de las actividades, entrevistas en profundidad, charlas informales, reuniones comunitarias, grabaciones de audio y video, registro fotográfico de los procesos, observación participante, y numerosas representaciones  gráficas. El cuadro 5 describe con detalle las características de cada una de estas técnicas.

 

Cuadro 5. Recogida de datos durante la investigación


 

2.2 Análisis de datos cualitativos

El análisis de los datos cualitativos surgidos de las investigaciones participativas es uno de los aspectos  más complejos de esta metodología de trabajo, ya que los instrumentos son muy variados, las condiciones de recogida de datos no son siempre las más idóneas, y los procesos raramente son lineales. A la hora de analizar, el investigador debe prestar especial atención a los “significados” que las personas atribuyen a las cosas, situaciones y a su propia vida. Este método busca captar la “perspectiva de los participantes”, tratando de entender la dinámica de la situación objeto de estudio (Reason y Bradbury, 2008).

 

Además de los datos procedentes de los ciclos de investigación participativa, una gran cantidad de datos proviene de las entrevistas semiestructuradas  y de las conversaciones con los participantes. Para el análisis de estos datos me apoyé en la bibliografía existente sobre historias de vida y narrativa oral, puesto que la mayoría de los relatos recogidos son en gran medida biográficos (Camas Baena y García Borrego, 1997; Goodley, Lawthom, Clough y Moore, 2004; Huber, Milne y Hyde, 2017).

 

Considerando la variedad y cantidad de datos recogidos durante el trabajo de campo, decidí apoyarme en una herramienta de análisis cualitativo, el software Atlas.ti, v7, el cual hace posible integrar documentos textuales, imágenes, grabaciones de video y de audio, por lo que me permitía incorporar todos los elementos de la investigación.

 

2.2.1 Organización y clasificación de datos

Tras abrir una unidad hermenéutica (Uh) o proyecto para la tesis en Atlas.ti, comencé a organizar y clasificar los datos recogidos en el trabajo de campo. El programa asigna un código primario a cada uno de los documentos compuesto por la letra P y el número correspondiente, que mantuve en el texto de la tesis para hacer referencia a cada documento analizado. Una vez organizados los documentos base, incluyendo entradas de diarios, anotaciones de campo, etc., empecé a crear nuevos documentos con las transcripciones de las grabaciones de audio y de algunos videos seleccionados de la fase anterior de investigación, grabados por el equipo UA-Unich. Igualmente trabajé con el contenido gráfico (fotografías, dibujos colectivos, prospectos, etc.) trasladando la información y convirtiéndola en contenido textual.

 

Una vez documentados y catalogados todos los datos recogidos durante el trabajo de campo, es importante decidir qué elementos se emplearán, ya que el volumen de datos obtenidos durante el proceso de IAP es ingente. Pretender analizar toda la información recabada no solo resulta abrumador, sino que además es necesario focalizar la atención en grupos diferenciados de análisis. Por tanto, una de las decisiones más relevantes en el trabajo con IAP pasa por elegir qué datos se examinarán y cuáles se archivarán para futuras investigaciones.

 

2.2.2 Transcripción de las grabaciones

Para las  transcripciones  seguí  las pautas  elaboradas  por Añaños, Cantora y Habichayn (2013). Todas las conversaciones, entrevistas y talleres se llevaron a cabo en español, segundo idioma de la mayoría de mis coinvestigadores, quienes hablan maya lacandón como primera lengua. Atendiendo a los principios de la descolonización de las ciencias, para las transcripciones busqué la mayor fidelidad posible incluso, a veces, a costa de la facilidad de lectura. “El paso de lo oral a lo escrito, proceso que requiere un esfuerzo de calidad y fidelidad en los modos de dicha transformación (modulaciones del habla, tonos, énfasis en la expresión, lenguaje explícito y metalenguajes, etc.)” (Camas Baena y García Borrego, 1997, p. 43), se complica aún más cuando los entrevistados y la entrevistadora y transcriptora hablan una modalidad distinta del mismo idioma, en este caso, español de México los primeros y español de España la segunda. En todas las entrevistas tomé nota detallada de la conversación con los informantes. Al transcribir las entrevistas y compararlas con las notas manuscritas, comprobé que existía una clara diferencia entre ambas. Las notas manuscritas recogían el sentido de la información sin alterar los contenidos, lo cual confirmaba que durante el proceso de entrevista estaba comprendiendo a mi interlocutor. Sin embargo, estas notas perdían la riqueza de expresión, estilo y dialéctica propia de los informantes, transformándose en una versión simplificada y casi siempre “castellanizada” de sus opiniones.

 

Lamentablemente, algunos problemas técnicos me impidieron grabar todas las entrevistas. Las tormentas en la selva provocan constantes  cortes de luz eléctrica, por lo que confiar en la tecnología de última generación (sin baterías desechables) fue un error de mi parte. A esto se unió que algunas jornadas de trabajo se extendieron durante largas horas, lo cual condujo a la falta de alimentación en la grabadora. En numerosas ocasiones la calidad de los audios no era óptima, ya que las grabaciones se llevaron a cabo en los lugares de trabajo o reunión familiar. En el texto final de la tesis incluí el verbatim transcrito siempre que eso fuera posible, pero aproveché también las notas manuscritas en los casos en los que no existía una grabación o esta no tenía la suficiente calidad, siempre especificando cuando el verbatim empleado procedía de notas manuscritas.

 

2.2.3 Codificación

Para analizar los contenidos y discursos recogidos durante la iap, era necesario clasificarlos de forma que me permitieran identificar pautas y tendencias. La codificación de los contenidos me ayudó a analizar grandes cantidades de datos y unificar distintas fuentes de información. Para diseñar el sistema de códigos y familias me basé en los temas identificados en la revisión de la literatura, las preguntas de las entrevistas semiestructuradas, las notas de campo y nuevas anotaciones tomadas durante la fase de transcripción. Como es de esperar en la investigación inductiva, a medida que analizaba los datos, comprobaba la necesidad de crear nuevos códigos para dar respuesta  a nuevos significados y temas que emergían de la información.

 

La frecuencia en el empleo de los códigos, aunque aporta claves sobre las preocupaciones más habituales de los informantes, no es necesariamente importante en investigación cualitativa puesto que “un tema que surge de un sujeto es tan válido como un tema que surge de diez sujetos” (Veal, 2011, p. 397).

 

2.2.4 Interpretación de narrativas

En el análisis de las entrevistas, siguiendo con la línea del resto de la investigación, empleé una perspectiva constructivista, reconociendo que la interpretación que tanto los sujetos como yo misma hacíamos de la realidad, no es neutral y no representa una realidad objetiva. El análisis de los datos no pretende, por tanto, desarrollar generalizaciones o teorías, busca más bien visibilizar las problemáticas y situaciones halladas, desde la perspectiva de los implicados.

 

En cuanto a la posición del investigador Plummer (1983), ofrece cinco alternativas en lo que él denomina el “continuo de la contaminación”. En un extremo se encontraría la información en estado puro, tal como la ofrece el informante; en el otro extremo del continuo se ubicaría el relato puro del investigador. Entre la posición más pura y la más contaminada se localizan, en este orden, la edición de la información, el análisis temático sistemático y la verificación por anécdota o ejemplo. Puesto que la misión del investigador es “ayudar a los lectores a entender la importancia teórica de la narrativa” (Goodley et al., 2004, p. 149), en este trabajo traté de situar mi análisis en un punto aceptable de contaminación por lo que, tras transcribir los datos al estado más puro posible (edición), organicé temáticamente la información, aportando el mayor número viable de ejemplos para facilitar la labor interpretativa del lector.

 

2.3 Validación y resultados

Aunque la IAP admite todo tipo de instrumentos y técnicas de investigación, los resultados, en cambio, no son todos válidos. Su valor se mide en función de la respuesta que den a los objetivos de cambio planificados (Greenwood, 2000). No importan los instrumentos utilizados, o si el proceso ha seguido los pasos cíclicos del modelo metodológico, el éxito se evalúa en la medida en que los coinvestigadores han participado en el control del proceso, el sentido de empoderamiento y progreso que sientan, el entendimiento de sus prácticas y las situaciones que conducen a ellas, además de la capacidad desarrollada tanto para responder al problema estudiado, como a otros retos a los que tenga que enfrentarse el grupo (Reason y Bradbury, 2008).

 

Para asegurar la validez de la investigación, tuve en cuenta los valores construidos en torno a los cinco “criterios de autenticidad” descritos por Guba y Lincoln (1989) en su cuarta generación de evaluación, a saber: equidad, autenticidad ontológica, autenticidad educativa, autenticidad catalítica y autenticidad táctica. El cuadro 6 expone cada uno de ellos.

 

Cuadro 6. Criterios de autenticidad para la validez de la investigación

Fuente: Guba y Lincoln (1989), y Lincoln et al. (2011).

 

2.4 Consideraciones éticas

En las investigaciones participativas las consideraciones éticas revisten especial importancia. Antes de comenzar a trabajar con el grupo, es necesario consensuar la agenda de investigación, solicitando los permisos y acuerdos oportunos. Los permisos deben reflejar las intenciones reales del proyecto, para no convertirse en una carta blanca a las perniciosas pretensiones de investigadores sin escrúpulos ya que, incluso con las mejores intenciones, las diferencias culturales y los contextos pueden no siempre jugar a favor de estos acuerdos (Dutfield, 2009).

 

Los procesos, métodos y dinámicas seguidos en la realización de este proyecto respetaron en todo momento los rasgos culturales propios de la etnia lacandona, sus estructuras sociales y políticas. Antes de cada fase se estableció con los líderes de cada comunidad la agenda de investigación, los objetivos de esta y las características de tiempo y dedicación requeridas. Se aclaró que los pueblos originarios son los propietarios de sus conocimientos, por lo que los resultados de toda la investigación pertenecen, en cualquier instancia, a la comunidad. Igualmente se consensuaron en cada fase los usos posteriores que se daría a la investigación, tanto en el nivel de difusión, como de derechos de propiedad intelectual. En la última fase, siendo esta mucho más invasiva, además de consensuar todos los pormenores con los líderes de la comunidad, solicité a los empresarios participantes que firmaran un consentimiento informado.

 

La protección de la identidad de los informantes ha sido tradicionalmente una premisa ética indiscutida en las investigaciones sociales. No obstante, el uso de seudónimos puede llevar a los participantes a sentir que han perdido la propiedad de su propia historia (Grinyer, 2002). Esto, unido a que en la IAP los coinvestigadores deben compartir protagonismo con el investigador externo, haría que el empleo de seudónimos contradijera el propio sentido de la investigación. Por tanto, atendiendo los planteamientos más ortodoxos de la protección del anonimato y combinándolos con la filosofía participativa, para la tercera fase de esta investigación incluí en el documento de consentimiento distintas opciones sobre el uso de seudónimos, tanto para personas como para las empresas, a fin de que los participantes escogieran sus preferencias. La respuesta  de los coinvestigadores fue independiente pero unánime; todos los participantes eligieron aparecer en los documentos resultantes de la investigación con sus propios nombres. Igual que en el caso expuesto por la socióloga de la salud Anne Grinyer (2002, p. 2) “el deseo abrumador del uso de nombres reales desafía nuestras suposiciones acerca de la norma aceptada de que los encuestados prefieren el anonimato”.

 

Al tratarse  de empresarios, este interés puede provenir también de aquel por hacer más públicos y notorios sus establecimientos, por lo cual los nombres y características de estas empresas se presentaron claramente en todos los textos finales.

 

En todo momento, el equipo de investigación UA-Unich buscó la pertinencia de los temas estudiados para los colectivos de la Selva Lacandona. Una crítica reiterada por parte de los grupos indígenas a la investigación eurocéntrica es haber servido a los intereses particulares del académico y de su carrera profesional, sin tener en cuenta las necesidades locales (Leyva y Speed, 2008; Tuhiwai-Smith, 2012). Esta investigación estuvo informada por los deseos  y necesidades  abiertamente  expuestos por el grupo local. Las sucesivas fases se fueron conformando en función de las peticiones e intereses demostrados por los empresarios turísticos y miembros de las comunidades al equipo de investigación.

 

Siguiendo con los preceptos  descolonizadores, esta investigación trató asimismo de mantener la responsabilidad política. La investigación puede  y debe  convertirse en un vehículo para el empoderamiento de los pueblos estudiados, a través del compromiso y la participación rigurosa de los agentes involucrados en la investigación. Sin embargo, los procesos  de IAP  deben  también atender  cuidadosamente  a la libertad de participación. Todos los informantes y participantes en esta investigación lo hicieron de forma voluntaria y fueron claramente notificados de su derecho a no contestar o a abandonar la investigación en cualquier momento.

 

En las consideraciones éticas no basta con tener en cuenta elementos como el respeto, el anonimato, la relevancia, la responsabilidad o la participación. En la investigación cualitativa “el investigador tiene que adoptar una postura empática. El reto aquí está en entrar en el mundo social de nuestros sujetos de investigación  y comprender ese mundo desde su punto de vista” (Saunders, Lewis y Thornhill, 2009, p. 116). Para poder ver el mundo social indígena desde una perspectiva descolonizadora, es necesario reflexionar sobre la situación, papel y valores que el científico imprime a todos los procesos de investigación.

 

2.4.1 La reflexividad en la investigación interpretativa

Fueron de gran influencia para mí las perspectivas  de los autores  que apoyan la necesidad de incorporar la reflexividad a los estudios de turismo (Ateljevic, Harris, Wilson y Collins, 2005; Fullagar y Wilson, 2012; Hall, 2004), especialmente aquellos que la abordan como un requisito indispensable en la investigación con grupos indígenas (Nicholls, 2009; Russell-Mundine, 2012; Tuhiwai-Smith, 2012).

 

La reflexividad es el proceso de reflexión crítica sobre uno mismo como investigador, un intento de descubrir qué llevamos con nosotros al trabajo de campo y cómo este nos cambia en el proceso (Lincoln et al., 2011).

 

El investigador no solo forma parte activa de la realidad estudiada, sino que la influye y modifica continuamente. Cuando se dispone a estudiar un fenómeno, inicia su investigación con una serie de conocimientos, teorías, cosmovisión y valores que afectan la manera en que entra en contacto con el contexto y con sus protagonistas; las relaciones que establece con el resto del equipo de investigación; el modo en que es percibido por los demás y, sobre todo, la interpretación que hace de todos estos  fenómenos. Estas visiones del mundo están determinadas por factores socioeconómicos, culturales, de género o etnia que el investigador inevitablemente lleva a la investigación (Phillimore y Goodson, 2004). Por eso, es menester que el autor reflexione sobre su propia vida, para poder actuar con conciencia, elegir cuidadosamente cada alternativa y entender los efectos de sus comportamientos en el mundo exterior. El investigador necesita analizar su trayectoria vital, sus ideologías y sus perspectivas pero, sobre todo, cuestionar de manera constante los valores que asume como válidos y reales y los sesgos que estos imprimen en su trabajo.

 

Para un investigador no indígena trabajando en contextos indígenas, estas reflexiones sobre los impactos y el posicionamiento del investigador en todo el proceso se vuelven aún más importantes. Solo a través de un cuidadoso análisis reflexivo se puede intentar un acercamiento a una investigación de carácter descolonizador (Chambers y Buzinde, 2015; Russell-Mundine, 2012).

 

Aunque en los formatos clásicos positivistas el subjetivismo podría considerarse como una desviación negativa de la triangulación, la contextualización y la reflexividad se usan con frecuencia para recordar al lector la influencia del investigador en el proceso de investigación, confiriendo, en cambio, validez y calidad al proceso (Cole, 2005). Tribe (2005, p. 5) ve, incluso, el aumento de la reflexividad en los trabajos de investigación como “un signo de creciente madurez” en el campo académico del turismo.

 

De acuerdo con el planteamiento de Reason y Bradbury (2008), este trabajo participativo atendió reflexivamente a tres perspectivas para entender la voz y la práctica de la investigación: la de la primera persona, desde el momento en que estaba informada por mis valores y mis objetivos de desarrollo personal; la de la segunda persona, en función de las necesidades de los coinvestigadores y de otra gente a la que pudiera aportar este trabajo; y la de la tercera persona, formada por el círculo más amplio de preocupaciones culturales, intelectuales y políticas en las que se enmarcan los resultados de esta investigación. Nicholls (2009) propone un paso más a este  análisis para adaptarlo a las necesidades específicas de contextos indígenas, donde los tres niveles considerados son la autorreflexividad, la reflexividad interpersonal y la reflexividad colectiva.  Este marco me llevó a reflexionar acerca de mi posición de privilegio, poder y control sobre la investigación; el efecto y papel que jugaban las relaciones establecidas  entre todos los participantes en la investigación; de mi capacidad real para trabajar de manera colaborativa, así como del impacto colectivo que la investigación tenía en los objetivos más amplios de descolonización, empoderamiento y capacitación para dar respuestas  prácticas a los problemas del colectivo con el que estaba trabajando.

 

Cada día más autores abogan no solo por incorporar la reflexividad en los textos académicos, sino por incluir también la primera persona como forma de escritura, evitando así conducir al lector a una falsa impresión de objetividad. La revista académica Annals of Tourism Research acepta, desde hace unos años, trabajos en primera persona siempre y cuando “el método empleado para la investigación justifica y explica su uso” (Tribe y Xiao, 2011, p. 9).

 

Aunque cada vez es más común, los trabajos en primera persona siguen siendo una excepción en la literatura académica y, más aún, pueden suponer un riesgo. Michael Hall (2004) anima a sus estudiantes de doctorado a reflexionar sobre la influencia de su situación y valores en el proceso de investigación, incluso considera que sería muy positivo para el progreso científico del turismo ver la incorporación generalizada de “declaraciones personales de valores” en las tesis presentadas.  Sin embargo, reconoce que esto podría “molestar a algunos miembros de tribunales”, ya que, aunque de vital importancia, se sigue tratando de una práctica poco convencional.

 

Finalmente, decidí escribir mi tesis doctoral en primera persona del singular cuando las decisiones narradas habían sido tomadas exclusivamente por mí y en primera persona del plural cuando estas  provenían del equipo de investigación, ya fuera el conformado por investigadores del Convenio UA-Unich o por los equipos de coinvestigación en la Selva Lacandona.

 

A pesar del riesgo que supone incorporar una práctica poco habitual en un trabajo doctoral (Hall, 2004), de la dificultad de escribir en primera persona, tras años de práctica profesional y académica haciéndolo en tercera (Lincoln et al., 2011), y de tener que reescribir gran parte de mis borradores iniciales, decidí reconsiderar mi investigación analizando el poder que el propio lenguaje ejercía sobre ella, en un intento de revisión crítica y con propósito descolonizador.

 

El texto final incluyó, también, las voces de los participantes y coinvestigadores en todos los pasos del proceso, no solo a través de la selección de verbatim, sino también de la inclusión de los resultados de su trabajo directo durante el proceso de investigación (fotografías, dibujos, planos de servicio, etcétera).

 

Con la misma intención crítica y descolonizadora incluí en mi memoria final una declaración personal de valores mediante la cual reflexioné sobre mi situación de privilegio frente a mis coinvestigadores, mis influencias teóricas y personales, y mis motivaciones más personales para acercarme al tema de estudio, incorporando así los tres niveles de reflexividad de Nicholls (2009) y de Reason y Bradbury (2008).

 

3. Conclusión

La amplia familia de enfoques activos y participativos y sus métodos tienen la capacidad de unir reflexión y práctica al servicio de la emancipación y el desarrollo de los grupos más desfavorecidos. El esfuerzo científico sumado al conocimiento y las inquietudes locales en un ejercicio reflexivo y responsable puede contribuir a la mejora de la calidad de vida de las personas  y, por tanto, se presenta  como un instrumento válido para la investigación científica y el activismo social. Sus múltiples desviaciones, así como la dificultad intrínseca de transformar la acción en teoría académica, limitan su alcance en el nivel práctico y en el intelectual, por lo que es necesario analizar los propios procesos  de investigación y práctica de forma reflexiva.

 

En este texto, recorro los distintos aspectos  de mi investigación en un esfuerzo por aclarar las partes más oscuras de los procesos con iap. He reflexionado sobre las fases del proyecto de diseño y análisis metodológico, dando respuesta  a los diversos retos encontrados. Considero que el ejercicio de autorreflexión metodológica es fundamental para mejorar su práctica y descubrir las trampas y limitaciones en las que nosotros mismos incurrimos. A la vez, presento una hoja de ruta que ayude a futuros investigadores a conocer las características de la IAP y contribuir a la mejora de sus instrumentos.

 

En la ingenuidad del investigador principiante, elegí la IAP como enfoque de trabajo convencida de sus múltiples cualidades. Reconozco ahora que habría sido mucho más sencillo afrontar el reto de la tesis doctoral con una metodología más lineal y clásica. La IAP combina tantos elementos que a la hora de analizar y escribir sus resultados se convierte en una tarea ardua y a menudo desalentadora.  Sin embargo, el proceso de investigación no pudo ser más enriquecedor, tanto académica como personalmente.

 

Escogí la IAP con el fin de que el propio proceso generara algún beneficio para la comunidad de estudio. El acuerdo de colaboración entre los empresarios turísticos lacandones, la Unich y la Ua sigue vivo y queda mucho por investigar para saber si realmente nuestro paso por la selva chiapaneca está contribuyendo, o no, al bienestar de los grupos locales. De lo que no hay duda es de que entre todos hemos conseguido iniciar un diálogo en el que el saber tradicional y el científico buscan complementarse, donde la autorreflexión y la investigación posicionada nos ayudan a repensar el conocimiento adquirido y donde el trabajo colaborativo está abriendo nuevas sendas hacia la descolonización de la ciencia.

 

La investigación turística en comunidades locales y contextos indígenas tiene aún mucho camino por recorrer. Son múltiples los interrogantes sobre sus impactos, su gestión, su efecto destructor sobre la cultura o su capacidad de recuperación y regeneración del acervo local. El futuro del turismo indígena y de su conocimiento académico pasa necesariamente por la colaboración con las comunidades locales (Whitford y Ruhanen, 2016). El enfoque de las investigaciones puede seguir una u otra metodología. Se pueden realizar investigaciones cuantitativas o cualitativas, procesos activos y participativos, procesos lineales o buscar nuevas fórmulas de indagación, pero la investigación tiene que dejar de ser extractiva y colonizadora. Si queremos que el turismo contribuya al bienestar de los pueblos, es preciso romper el carácter unidireccional que ha caracterizado las pesquisas académicas en el pasado. Se impone la necesidad de dar un paso más, comprometiéndose activamente con las comunidades de estudio para encontrar nuevas herramientas de colaboración y descolonización del saber.

 

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