TURISMO INDÍGENA EN LA SELVA LACANDONA. LOS PROCESOS DE CAMBIO CULTURAL INDUCIDOS POR LA INDUSTRIA DEL TURISMO
Resumen
La investigación sobre el turismo en pueblos indígenas está cobrando relevancia, lo anterior debido a que dichas localidades se han vinculado al turismo, a veces participando en la comercialización de su cultura considerada como atractivo turístico. Por ello, en este artículo se presentan los resultados de la investigación cualitativa que tuvo como objetivo analizar, desde una perspectiva emic, los procesos de cambio cultural promovidos por el turismo en los Centro Ecoturísticos Nahá y Top Che en la Selva Lacandona. Entre los resultados destacan que el turismo no es el principal motor de cambio cultural, que el contacto entre turistas y lacandones es limitado solo a unas familias y que en general se muestra un pueblo creativo, que se enfrenta activamente al devenir histórico para aprovechar las oportunidades que le da el turismo.
Palabras clave: turismo indígena, impactos, cultura, Selva Lacandona, mercantilización
INDIGENOUS TOURISM IN THE LACANDON JUNGLE. THE PROCESSES OF CULTURAL CHANGE INDUCED BY THE TOURISM INDUSTRY
Abstract
Research about tourism in indigenous villages is gaining relevance, due to the fact that indigenous populations have been linked to tourism, sometimes participating in the commercialization of their culture considered as a tourist attraction. For this reason, this article presents the results of a qualitative research that aimed to analyze from an emic perspective, the processes of cultural change promoted by tourism in the Nahá and Top Che Ecotourism Centers in the Lacandon Jungle. Among the results, they highlight that tourism is not the main engine of cultural change, that contact between tourists and lacandons is limited only to a few families and that in general it appears as a creative people actively facing the historical evolution to take advantage of the opportunities that tourism gives.
Keywords: indigenous tourism, impact, culture, Lacandon Jungle, commodification
1. Introducción
El turismo como objeto de estudio de la antropología inició de manera muy lenta a mediados del siglo XX, aunque, como lo demuestra Nogués-Pedregal (2009), antropólogos y turistas visitaban al mismo tiempo muchos de los sitios que fueron etnografiados en aquel entonces. No pasó mucho tiempo para que tanto las agencias de cooperación internacional como los gobiernos de los países que recibían turistas impulsaran la investigación, para conocer la naturaleza de los efectos del turismo y si estos eran positivos o negativos (De Kadt, 1979). Así, el estudio del fenómeno turístico y sus impactos en las sociedades receptoras tuvieron implicaciones prácticas, ya que se quería saber cuál era la mejor manera de maximizar los beneficios del turismo para los pueblos de acogida (Nash y Smith, 1991).
En este contexto, la tradición antropológica estudió los efectos del turismo y de los turistas sobre las poblaciones receptoras con un arsenal de conceptos y teorías propios de la disciplina, desarrolladas para la comprensión de los contactos entre grupos con distintos bagajes culturales. Estos estudios han sido críticos y han dibujado un panorama negativo del turismo; en resumen, han versado sobre tres aspectos principalmente: 1) el turismo como el más importante motor de cambios sociales y culturales –a veces el único–, 2) las comunidades receptoras pasivas que no participan activamente en el desarrollo turístico y 3) el turismo como una fuerza externa que actúa desde fuera e impacta sobre los receptores, pero menos sobre los turistas (Milano y Gascón, 2017).
De este modo, muy pronto se vieron enfrentadas dos posiciones: a) el turismo concebido como motor de desarrollo contra el turismo como mecanismo que aumenta la fragilidad y el sometimiento a un mercado capitalista que la población local no controla, semejante a una estrategia adecuada para empoderar a la mujer y reducir la inequidad de género versus actividad económica que amplía sus horas laborales y consolida una división sexuada del trabajo que la posterga a tareas reproductivas; y b) ocupación que aumenta los ingresos económicos y reduce la pobreza contra actividad que despoja de los recursos a los sectores económicos tradicionales y pone en riesgo su continuidad (Milano y Gascón, 2017).
Actualmente, las investigaciones antropológicas han evidenciado que el turismo no es el único motor de los cambios y ni siquiera el más importante en muchas poblaciones locales (Santana, 1997; Barretto, 2007; Prats y Santana, 2011), sino que comparte influencias con la escuela, la televisión y, recientemente, el Internet. Además, turismo no siempre llega desde fuera hacia dentro, la realidad empírica suele demostrar más bien lo contrario, es decir, la relación entre lo local y lo global, así como la participación activa de los grupos étnicos y las localidades en el desarrollo turístico.
Por lo anterior, Barretto (2007) ha propuesto otro modelo para entender los procesos de transformación de las sociedades, a partir de acciones turísticas que implican un dialogismo, considerando que las poblaciones locales no son entes pasivos que reciben los impactos del turismo sin reaccionar. Dentro del estudio etnográfico del turismo se ha reportado que en las comunidades receptoras operan fenómenos de resistencia o afirmación identitaria, por ejemplo; no obstante, también pueden existir los fenómenos de rechazo, aceptación parcial o selectiva, a la par de transformación o reinterpretación de esos elementos importados o inducidos, por parte de la cultura receptora (Ros, 2010).
Asimismo, un grupo puede conservar sus propios ideales y valores incólumes a lo largo de varias generaciones, modificando y reinterpretando los elementos superficiales de su cultura que le han sido impuestos, de tal modo que no estorben a los ideales y valores propios (Coronado, 2015).
Adicionalmente, la población receptora no es monolítica y puede haber aceptación diferencial de ciertos grupos o individuos de algunos rasgos o elementos, generalmente asociados al prestigio de la cultura visitante, como es el caso del denominado “efecto demostración”, esto es: por el deseo de movilidad social ascendente se tiende a adoptar elementos culturales ajenos, pero mejor situados que los propios (Ros, 2010).
Con este antecedente debe avanzarse hacia una visión dinámica o dialógica de las culturas en contacto, para no incurrir en el ingenuo modelo funcionalista de aculturación turística o de la integración perfecta y sin problemas que dibuja a las poblaciones locales como pasivas, homeostáticas y resistentes al cambio (Pereiro-Pérez, 2015).
En el presente escrito se adopta una mirada reflexiva del turismo y de sus múltiples facetas que, si bien puede generar impactos negativos, también hace que las comunidades se readapten de forma creativa por los beneficios que obtengan. Una estrategia para conocer los impactos ocasionados por el turismo es a través de las percepciones de la comunidad local.
La percepción según Arias (2006) es cualquier acto o proceso de conocimiento de objetos, hechos o verdades, ya sea mediante la experiencia sensorial o por el pensamiento; es el reconocimiento o interpretación a partir de lo que se percibe para la creación de juicios. Por lo tanto, las percepciones de la población local han sido un medio para identificar los efectos que el turismo tiene sobre el entorno en donde este se desenvuelve, ya que los miembros de las comunidades locales son quienes experimentan día a día los cambios suscitados en su entorno.
Lo que a continuación se presenta son los resultados de una investigación realizada en los Centros Ecoturísticos de la etnia lacandona. El objetivo del estudio fue conocer los efectos del turismo en la cultura de la comunidad lacandona a partir de su percepción. Como preámbulo se expone la perspectiva desde la cual se analiza el caso de estudio. Posteriormente, se describe el lugar de la investigación y se continúa con la especificación de la metodología utilizada para recopilar los datos empíricos. Finalmente, se delinean las reflexiones sobre la experiencia de investigación.
2. Turismo indígena y sus implicaciones
La saturación del modelo turístico de sol y playa por un lado y la nostalgia imperialista que lamenta lo que se ha destruido (Pereiro-Pérez, 2013) por el otro, han hecho que algunos grupos de turistas, gobiernos y agentes de desarrollo se sientan atraídos a las zonas indígenas para con ello, de paso, paliar sus niveles de vida (Espeso-Molinero y Pastor-Alfonso, 2017).
Así, la antropología del turismo en países en vías de desarrollo se ha enfocado primordialmente en la dinámica e impactos del contacto intercultural entre turistas y nativos, la representación de la cultura en escenarios turísticos, los estereotipos que el marketing turístico ha construido de ellos, el cambio en sus valores culturales al ser mercantilizados y las relaciones de poder en un contexto de turismo global (Pereiro-Pérez, 2013). Al mismo tiempo, a partir de los años 90, diferentes programas gubernamentales han promovido el turismo en comunidades indígenas bajo el discurso de la conservación de los recursos naturales, el desarrollo económico y el combate a la pobreza (González-Domínguez et al., 2018).
En un primer momento, el turismo étnico fue definido como una forma de turismo en la cual la principal motivación del turista implica un deseo de tener experiencias e interactuar con pueblos étnicos exóticos (Oakes, 2000, citado en Pereiro-Pérez, 2013). Por lo anterior, el turismo étnico no sería solo una forma particular de interacción entre residentes y visitantes, sino un complejo proceso de relaciones étnicas con implicaciones significativas en el cambio de expresiones o de identidad étnica para la población local (Oakes, 2002, citado en Espeso-Molinero y Pastor-Alfonso, 2017 y 2020). No obstante, la definición de Oakes implica espinosos debates éticos, de acuerdo con Barretto (2010): ¿cómo no perder las tradiciones y ganar beneficios económicos del turismo?
Actualmente pareciera que la mercantilización de la cultura indígena es inevitable si se quiere obtener beneficio del turismo. En la década de los 80, Néstor García Canclini en Las culturas populares en el capitalismo (1982), ya había adelantado que el capitalismo no avanza eliminando culturas tradicionales sino apropiándose de ellas, reestructurándolas, reorganizando el significado y la función de sus objetos, creencias y prácticas.
Por ello, en el turismo indígena la etnicidad se reconstruye para los turistas y para la visión y el consumo mercantil de su cultura, trasladando las identidades y los lugares étnicos al mercado turístico global. Lo anterior puede derivar en reinvención, preservación y recreación de atributos étnicos, pero suele producirse a costa de perder privacidad y experimentar un cierto sentimiento de invasión y amenaza.
Al mismo tiempo, en varios casos, se evidencia falta de empatía influenciada por políticas neoliberales, neocolonialismo, fundamentalismo, racismo, militarismo, inclusive bullying o acoso a otras personas y, consecuentemente, desbalance en la oferta de productos y servicios del turismo étnico. Ante ello, se le ha llegado a describir como destructor de la autenticidad cultural y medioambiental (Medina et al.,
2019; Espeso-Molinero y Pastor-Alfonso, 2020).
3. La Selva Lacandona y el ecoturismo
El caso particular de este trabajo de investigación se ubica en el municipio de Ocosingo, Chiapas, en donde habitan los pueblos indígenas tzeltal y lacandón. Específicamente el pueblo lacandón habita en la zona conocida como Selva Lacandona, que está situada en la región este-noreste del estado de Chiapas (Eroza, 2006) (ver figura 1).
Figura 1. Ubicación de los Centros Ecoturísticos en la Selva Lacandona
Fuente: Ver interior figura 1.
De acuerdo con el censo de población y vivienda (INEGI, 2020), la región Selva Lacandona tiene una población de 239 mil 322 habitantes; 120 mil 090 mujeres y 119 mil 232 hombres. Un 67.67% (161 mil 939) es población indígena y el restante 32.33% (77 mil 383) son mestizos. Asimismo, el 42.32% (101 mil 287) vive en zonas urbanas, mientras que el 57.68% (138 mil 035) habita en zonas rurales, toda la población que habita la región está clasificada en un grado de marginación alto y muy alto.
En el municipio de Ocosingo, 20.3% no tiene escolaridad, 55.2% tiene escolaridad básica, 17.9% realizó estudios de nivel medio superior y 6.5% tiene estudios superiores (Gobierno del Estado de Chiapas, 2020). En lo concerniente a la disponibilidad de servicios y equipamiento por vivienda, 52.4% tiene agua entubada, 91% cuenta con drenaje, 96.8% tiene servicio sanitario, 97.7% cuenta con servicio eléctrico (INEGI, 2020).
En cuanto al medio selvático, este representa para los lacandones un vasto cúmulo de recursos naturales; el patrón tradicional de subsistencia se basa en el uso múltiple de la tierra, en la que se aprovechan varias zonas ecológicas, la selva y las zonas acuáticas y semiacuáticas (como ríos, lagos y pantanos). Algunas de estas zonas están sujetas a un manejo intensivo, mientras que otras son solo protegidas para permanecer en un estado natural (Eroza, 2006).
Es importante mencionar que cuando se habla de una comunidad indígena es necesario hacer referencia a la comunalidad, es decir, a la propiedad comunal o de todas las familias de tierra, recursos y energía; asimismo, su cuidado y protección es responsabilidad de todos (Velázquez-Sánchez, et al., 2015).
Los trabajos antropológicos realizados sobre la cultura lacandona describen que, como en muchas culturas indígenas, la participación y la administración corresponde a los hombres, quienes gracias a sus oraciones y ofrendas podían comunicarse con los dioses. Las mujeres no participaban activamente y su tarea principal era la preparación de la comida sagrada que después los hombres usaban como ofrenda. De acuerdo con Tozzer (1982, citado en Nečasová, 2010), las mujeres no tenían permitido participar en las ceremonias religiosas y podían permanecer únicamente en la cocina anexa a la casa de dios y preparar los alimentos para las ofrendas.
En las últimas décadas del siglo XX, los lacandones entraron en contacto con el turismo gracias a la venta de artesanías, ya en ese momento este comercio representaba una parte importante de su economía. Para el año 2000, se organizó un grupo de trabajo y se construyó un campamento que abrió las primeras cabañas en el 2003. En 2011 se restructura la sociedad y se abre el Centro Ecoturístico en Nahá (P. Espeso-Molinero, comunicación personal, 22 de noviembre 2020). Por su parte, Pastor-Alfonso et al. (2012) relatan que los turistas empezaron a llegar a Lacanjá Chansayab a mediados del siglo XX, atraídos por las pinturas murales de la zona arqueológica de Bonampak; de este modo, en los años 80 algunas familias vieron la oportunidad de obtener ingresos transportando a los turistas, además de ofrecerles hospedaje y alimentación.
Para la década siguiente, otras familias lacandonas se iniciaron en los proyectos turísticos con la construcción de cabañas y palapas para ofrecer servicios de hospedaje y alimentación a aquellos que se aventuraban en la Selva Lacandona; así, se abrió el Centro Ecoturístico Top Che Ecolodge. Actualmente, la actividad económica más importante de Lacanjá Chansayab es el turismo, mientras que en Nahá complementan ingresos de su actividad económica tradicional. Los proyectos turísticos fueron producto de la apuesta de los gobiernos federal y estatal por el desarrollo en la Selva Lacandona, con el propósito fundamental de su conservación a través de actividades económicas que fueran compatibles con la preservación del medio ambiente (Pastor-Alfonso et al., 2012).
Los centros de ecoturismo de la Selva Lacandona son microempresas turísticas familiares, ejidales y comunitarias surgidas a partir de la organización de los propios habitantes indígenas, muchas veces con el apoyo de instituciones estatales y organizaciones académicas y no gubernamentales. Estas microempresas y organizaciones promueven la imagen de ser respetuosos de la naturaleza, la cultura y actividades cotidianas de sus pueblos como parte de lo que ofrecen al turista (Reygadas et al., 2006).
En estos Centros Ecoturísticos se ofrecen recorridos con fines de convivencia con la población lacandona, para conocer sus costumbres y tradiciones, destacando el uso de su lengua materna: el maya-lacandón. También se ofrecen a los turistas paseos por la Laguna Nahá, la Laguna Amarilla y se complementan con la visita a la comunidad de Metzabok, con la observación de pinturas rupestres y cuevas con vestigios mayas (Conadepi, 2010).
A su vez, dentro de los referidos Centros Ecoturísticos se realiza tiro con arco y elaboración de flechas lacandonas, observación de búhos con guía local, recorrido guiado en sendero interpretativo Hoch Há, visita al pintor lacandón Kayum Maax, donde muestra en sus pinturas leyendas de la comunidad lacandona (Nahá Jungle Lodge, 2020).
Por otra parte, para la comunidad lacandona la producción artesanal representa una fuente de ingreso económico, aunque su producción sea limitada. Elaboran collares de semillas, objetos de barro y madera que generalmente son representaciones antropomorfas o de personajes de la tradición oral, así como arcos y flechas de bejuco. Las artesanías son vendidas en ciudades como Palenque y San Cristóbal de las Casas e incluso viajan a Mérida, Chichén Itzá, Cancún o la Ciudad de México (Prensa indígena, 2019).
De acuerdo con Pastor-Alfonso et al. (2012), en Nahá se estaba recibiendo visitantes en pequeña escala, lo que ayudaba a que el cambio producido por el turismo no incidiera de forma radical en el sistema tradicional de producción. Sin embargo, en la consulta documental para el estudio también fueron descritos resultados distintos. Pastor-Alfonso y Gómez-López (2010) plantean que los valores tradicionales que han guiado al pueblo lacandón desde tiempos inmemoriales están siendo sustituidos en parte por otros valores acordes con el mundo occidental, en los que los medios de comunicación y los sistemas de transporte se imponen.
Pastor-Alfonso y Gómez-López (2010) así como Espeso-Molinero y Pastor-Alfonso (2020) arguyen que en poco tiempo estos habitantes de la selva han pasado de depender de un sistema de producción basado en la horticultura, la pesca y la cacería, a desempeñar acciones cuya finalidad primordial es obtener remuneración económica para adquirir los nuevos elementos que actualmente se consideran necesarios: ropa confeccionada de manera industrial, alimentos envasados, instrumentos electrónicos o pago de viajes a lugares próximos para abastecerse o estudiar. Sin embargo, la pregunta que guio este trabajo de investigación fue conocer si las transformaciones que se están generando en estas comunidades lacandonas pueden ser atribuibles al turismo como principal factor de cambio.
4. Metodología
La presente investigación es de tipo cualitativo por la importancia que le da al contexto, la función y al significado de los actos humanos, porque valora la realidad como es vivida y percibida, con las ideas, sentimientos y motivaciones de sus actores (Krause, 1995). Por lo tanto, los principales efectos del turismo provocados en la cultura lacandona de Nahá y Lacanjá Chansayab son visibles a partir de la relación con la comunidad local y con los turistas que visitan el centro ecoturístico Nahá y Top Che.
La propuesta metodológica cualitativa exige la participación de todo agente social implicado (Ugalde y Balbastre, 2013), lo cual permitió interactuar con la comunidad local y de esta manera conocer las diversas opiniones y percepciones que se tiene acerca de la actividad turística dentro de la comunidad, así como de qué manera afecta o beneficia a la comunidad originaria y los cambios que han ocurrido en su cultura desde que se iniciaron las visitas a su localidad.
El trabajo de campo se realizó en el mes de noviembre de 2020, toda vez que fue el mes en que se reanudaron las visitas turísticas en Chiapas, luego de estar cerradas a causa de la pandemia originada por el COVID-19. Así, se logró una interacción activa con las familias anfitrionas (informantes clave), comunicando el objetivo de la visita a los miembros de estas.
Gracias a la combinación de la observación y entrevistas a profundidad se identificaron rasgos y elementos culturales descritos en los trabajos sobre la cultura lacandona. Los informantes fueron los integrantes de tres familias de los Centros Ecoturísticos de Nahá y Lacanjá Chansayab, seleccionados a partir de un muestreo por conveniencia, al estar dedicados al sector turístico y ser los que tuvieron menos problema en participar en las entrevistas (al contrario de las autoridades que solo permiten el ingreso de investigadores previo donativo “voluntario” a la comunidad, como se describirá líneas abajo). Además, permitieron interactuar para conocer cómo es un lacandón y la manera en que se desenvuelven con el turismo.
Las personas que dieron su testimonio fueron entrevistadas de manera voluntaria, algunos de ellos se cohibían o se sonrojaban para acercarse a platicar y preferían seguir trabajando, pero poco a poco fueron ganando confianza y participaron. Los dueños y trabajadores de cada centro ecoturístico estuvieron dispuestos a colaborar con la investigación, así como las mujeres de las familias con mayor experiencia en la interacción con turistas. Esto parece algo entendible, pues al ser los que tienen mayor contacto con el turismo son menos tímidos y están más acostumbrados al trato con personas ajenas.
Las entrevistas formales se lograron grabar en audio, con una duración de 30 a 40 minutos; dichas entrevistas se hicieron en los Centros Ecoturísticos de Ecolodge Jungle, Nahá y Top Che y con un grupo de guías de Lacanjá Chansayab denominado Sak Nok; asimismo, se tuvieron charlas informales que no se plasmaron en grabaciones, con las familias con las que se tuvo convivencia.
Estos mismos informantes clave ayudaron para que no hubiera conflictos o problemas con la autoridad de los poblados, haciendo saber lo que podía hacerse y lo que no. Por ejemplo, recomendaron no utilizar libretas para hacer anotaciones y que el comportamiento fuera el de un turista y no el de un investigador, de lo contrario habría que realizar el pago de 5 mil pesos como donativo a cada comunidad. Los informantes trabajan con turistas realizando diferentes actividades en el área de restaurante, recepción y como ama de llaves en las cabañas, el rango de edad de estos fue de 24 a 62 años, dos hombres y cuatro mujeres con diferente grado de escolaridad.
En las entrevistas se abordaron temáticas tales como: el tipo de relación que se tiene con los turistas; los elementos culturales que puedan estar a consideración de los visitantes como las ceremonias religiosas, elaboración de artesanías y recorridos por la selva y en la laguna de Nahá; el interés que se tiene para la protección y salvaguarda de la cultura; los cambios que se han generado en su cultura no solo por cuestiones del turismo, sino por la propia decisión de la población; la vestimenta que se utiliza para el turista y los beneficios y costos que han surgido a causa de la práctica turística. La observación se realizó mientras se platicaba con el personal de los Centros Ecoturísticos y se recorría el lugar como turistas y cuando se participó en algunas actividades no necesariamente turísticas.
5. Resultados
5.1 Llegada a la Selva Lacandona
Nahá es una comunidad con una población de 200 personas (en 2020), los cuales son lacandones originarios, también hay mujeres de otras etnias, la tzeltal y chol, provenientes de poblados como Cuauhtémoc y Diamante, que están casadas con hombres Nahá; al contrario, hombres que se han unido a mujeres lacandonas, no se permite que se asienten en el poblado (P. Espeso-Molinero, comunicación personal, noviembre de 2020), en ese caso, las mujeres lacandonas deben irse a vivir al poblado de su marido. A pesar de permitir los matrimonios con miembros de comunidades cercanas, la población es sobreprotectora de su entorno, por lo cual tanto turistas como investigadores no tienen acceso fácil hacia individuos que no estén involucrados en los servicios turísticos.
Lacanjá Chansayab es un pequeño poblado en el cual habitan 133 familias lacandonas, que han recibido apoyos millonarios por parte de diversas dependencias; además, cuentan con un importante ingreso por los turistas que arriban a la zona arqueológica de Bonampak. Lacanjá-Chansayab puede considerarse una de las principales comunidades maya-lacandonas, debido a que es el poblado con mayor número de habitantes lacandones, 379 en 2010, siendo el mejor comunicado con las otras subregiones (Suárez-Gutiérrez et. al., 2016).
En sus investigaciones al respecto, Reygadas et al. (2006, pág. 83) reportaron que: Pese al enorme apoyo que ha tenido Lacanjá Chansayab, los avances en términos de desarrollo territorial y gobernanza ambiental han sido contradictorios.
Ha beneficiado solo a un grupo reducido de familias, y en ellas sobre todo ha mejorado la situación de los varones entre 25 y 45 años, que han conseguido empleos o manejan la mayoría de los proyectos. La situación de las mujeres no ha mejorado en la misma proporción y hay una tendencia a que la mayor parte de los proyectos y de los beneficios derivados de ellos sean acaparados por un sector de la población. Lejos de una apropiación verdaderamente comunitaria de la renta turística y arqueológica, ha prevalecido un patrón de monopolización familiar o privada de los recursos naturales y turísticos. Han fracasado diversos proyectos comunitarios (ganadería, vivero, casa de la cultura, estanque piscícola) y, en contraste, han prosperado proyectos individuales o familiares mediante los cuales pequeños grupos controlan los campamentos turísticos, el acceso a cascadas o a la zona arqueológica.
Es importante señalar que la entrada a las comunidades lacandonas de Nahá y Lacanjá Chansayab fue complicada por dos motivos principales: 1) la pandemia a causa del SARS-CoV-2 y que ellos temían contagiarse y 2) la negativa de la comunidad para recibir personas que quieran hacer investigación. Las razones que se argumentaron fue que hace tiempo un grupo de estudiantes solicitó autorización para permanecer en la comunidad a fin de llevar a cabo un estudio; uno de ellos empezó a relacionarse sentimentalmente con una joven lacandona, lo cual no está permitido, pues al hacerlo el hombre debe llevarse a la mujer. Lo anterior causó una infracción en su cultura y de ahí se implementó una nueva regla para los investigadores: no permanecer más de cinco días en Nahá, regla que si se infringe es castigado con 5 mil pesos de multa que debe entregarse al comisariado.
Este “noviazgo o cortejo” entre una persona ajena a la comunidad y una joven lacandona es un buen ejemplo de un choque cultural. Cabe mencionar que para fines de una investigación académica un turista no es lo mismo que un estudiante que llega para recopilar información empírica de una determinada sociedad; sin embargo, para la población nativa ambos son “turistas” o “fuereños”, ambos requieren servicios de alojamiento y alimentos, además de querer conocer sus costumbres.
De igual manera, en la Selva Lacandona el turismo comenzó a decaer a principios de marzo de 2020, a causa de la pandemia por el COVID-19, por lo cual las comunidades tomaron la decisión de no autorizar la entrada a ninguna persona ajena a la población:
Las personas de aquí tienen la idea de que las personas de afuera son quienes traen la enfermedad, porque aquí convivimos con la naturaleza, somos personas sanas que cuando alguien tiene fiebre o dolor de huesos, recurrimos con el doctor de la comunidad con medicina natural, pero es raro que alguien se enferme y mejor se decidió no dejarlos pasar y así nosotros no nos enfermamos de lo que traen los del otro lado. (Informante 1, 24 años, casada, encargada de cocina en el Centro Ecoturístico Top Che).
Como se mencionó antes, la pandemia por el SARS-CoV-2, vigente al momento de hacer esta investigación, fue otro motivo por el cual no pudo tenerse contacto con más personas. Los informantes clave decían que entre la comunidad comentaban que los visitantes son quienes traen las enfermedades y lo que ellos no quieren es enfermarse porque carecen de hospitales y doctores en el lugar, por lo cual no salen a la calle y permanecen en sus casas resguardados; solamente cuando el Chamán de Nahá hace las ceremonias religiosas algunos lacandones se reúnen en su casa para dar gracias a sus dioses por tener salud y los recursos que la selva les da.
5.2 El idioma maya lacandón
Actualmente, la mayoría de la población lacandona habla, pero no escribe el idioma maya lacandón; los más jóvenes entienden y hablan el español en comparación con las personas de la tercera edad que no tienen esas habilidades, como mencionó una informante:
No todos, por ejemplo, mi bisabuelo, mi abuelo y abuelita no hablan nada español, pero nosotros los más jóvenes sí hablamos y entendemos el español, aunque algunas veces hay cosas que no podemos responder por completo en español y mezclamos el maya con el español. (Informante 4, 32 años, casada, ayudante en el restaurante del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Por necesidad tuvieron que “aprender” el inglés para atender a los extranjeros que llegan al centro ecoturístico; sin embargo, con ayuda de traductores es factible comunicarse con los turistas.
Hablando con los turistas y cuando viene Samuel (un personaje externo que les brinda apoyo), le pedimos que nos ayude a traducir ciertas cosas y en el Internet buscamos también para entender más. (Informante 1, 24 años, casada, encargada de cocina en el Centro Ecoturístico Top Che).
Con el tiempo tuvimos que adaptarnos para aprender el inglés y por necesidad, pero es muy difícil. Como hace poco vino un canadiense y nos comunicamos a señas y por el Internet porque no entendíamos nada y él no habla español y solo sabemos lo básico que es decir gracias, por favor, ¿qué va a ordenar? Pero nos falta aprender mucho. (Informante 4, 32 años, casada, ayudante en el restaurante del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Con los turistas o a veces Samuel que nos ayuda. Ha venido un chavo que creo viene de la Ciudad de México que nos quería enseñar el inglés, pero no siempre él puede venir y pues con los traductores los turistas ponen en su celular lo que necesitan y ya nosotros también lo hacemos. (Informante 6, 24 años, casada, ayudante de cocina del restaurante centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Con respecto a la educación, los informantes dijeron que toda la población tiene la oportunidad de estudiar hasta la universidad si así lo quieren, lo que pone en evidencia que se piensa que es un asunto de voluntad y no de condiciones estructurales. Lo cierto es que sostienen que hace 30 años las mujeres no tenían dicha opción, ya que su destino era cuidar de su hogar y de su familia.
La educación básica en Nahá se da en español, ya que la mayoría de los maestros no son lacandones y aunque son indígenas sus idiomas son distintos al maya lacandón. Cuando alguien quiere continuar sus estudios debe trasladarse a municipios como Ocosingo, San Cristóbal de las Casas, Tuxtla o Palenque; sin embargo, muchos jóvenes no siguen estudiando y se quedan en casa ayudando a la familia con la milpa, así que la mayoría solo cursa la primaria.
Yo solo tengo la primaria. Por ejemplo, aquí hace mucho tiempo no había tanta civilización, antes las mujeres solo se dedicaban a la casa y no podían ir a la escuela, en mi caso solo fui a la primaria y me dediqué a la milpa con mi papá, pero ahorita ya hay hasta universidad, solo que muchos jóvenes no quieren estudiar, se aburren y regresan a sus casas. (Informante clave 2, 42 años, casado, administrador del grupo Sak Nok).
Pues los más viejos no estudiaron, algunas de mis hijas terminaron solo la primaria, excepto una. A muchos no les alcanza para terminar los estudios y tienen varios hijos por eso mejor se dedican a la milpa o las mujeres se casan. (Informante clave 5, 61 años, casado, encargado del restaurante centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
5.3 Comida tradicional
En cuanto a la cocina tradicional lacandona, esta tuvo que fusionarse o adaptarse a la “comida tradicional de los turistas” como ellos lo llaman, ya que algunos visitantes prefieren comer lo que les resulta habitual o conocido, se rehúsan a probar la comida típica del lugar, es por ello que los encargados de los restaurantes tuvieron que incluir en sus menús platillos como arrachera con papas y frijoles, pollo a la plancha con papas y ensalada, huevos al gusto ( jamón, chorizo, salchicha), pero sin excluir sus platillos como huevo con pacaya o hierba mora, pescado enojado, pollo en masa, tamal grande, entre otros. También algunos miembros de las familias que tienen contacto con los turistas llegan a consumir lo que los viajeros piden, pero dicen preferir lo que ellos obtienen de sus milpas o de los caracoles y los cangrejos cuando van a la selva.
Ofrecemos las dos partes, la comida mexicana o la comida tradicional, algunos viajeros no comen carne y también les ponemos comida vegetariana con algún tipo de verduras, pero también con productos de aquí, de la comunidad, y también se tuvo que aprender a cocinar otro tipo de comida porque la familia no sabía cocinar otros platillos y trajimos a un chef que venía de la Ciudad de México y él nos enseñó a cocinar y también modificamos nuestra forma de comer. (Informante clave 3, 34 años, soltera, gerente operativo del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Por lo tanto, la comunidad se ha ido adaptando a los gustos y necesidades que los turistas les demandan y, a medida que las personas de los Centros Ecoturísticos recibieron capacitación para poder satisfacer a los turistas, fueron aprendiendo cómo relacionarse con la cocina, es el caso de la forma de lavar la verdura, la cocción de la carne, la higiene del lugar, los ingredientes que debía llevar cada platillo, porque no sabían cómo hacerlo hasta que recibieron ayuda de gente profesional en el ámbito gastronómico. Asimismo, estas personas capacitadoras les instruyeron en el precio en el que debían ser vendidos los productos.
Comemos lo que tenemos, pero también comemos lo que no estábamos acostumbrados, hemos cambiado la forma de hacer los guisos e incluido más pollo y carne, entonces también la dieta ha cambiado. (Informante clave 3, 34 años, soltera, gerente operativo del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
5.4 Indumentaria tradicional
En lo que se refiere a su vestimenta, la mayoría de los miembros de la comunidad en Nahá ya no utiliza su túnica, a excepción de las personas de la tercera edad y algunos hombres mayores, pero no ancianos. Los jóvenes cada vez más se ven influenciados por lo que ven en la televisión o en Internet y se avergüenzan de que personas externas a ellos los vean vestidos de túnica porque han sufrido burlas. Los hombres deben cortarse el cabello para hacer el servicio militar, luego varios se lo dejan crecer otra vez o definitivamente lo dejan corto. Sin embargo, en los Centros Ecoturísticos cuando se llega a tener una afluencia turística mayor, todos deben de utilizar su vestimenta tradicional porque afirman que a los visitantes les llama la atención verlos así.
Solo la gente grande usa la vestimenta tradicional, sobre todo los hombres mayores de 60 años aún la conservan, las mujeres no, fueron como más vulnerables al cambio y ya nadie usa el traje típico. Si llegan turistas y quieren ver el traje típico, lo usamos. Los jóvenes ya no usan el traje por lo que ven en el Internet o cuando sales a la ciudad debes cambiar todo, porque te ven raro. (Informante clave 3, 34 años, soltera, gerente operativo del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Actualmente, las túnicas están hechas de tela de algodón que compran en Palenque. Mucho tiempo atrás las hacían con la corteza de un árbol, pero era incómodo utilizarlas porque es un material duro que tenían que mojar constantemente.
Sí tenemos que comprar tela, antes mi mamá lo hacía tejido, sembraba algodón, pero llevaba tiempo hacerlo, como tres meses se tardaba en hacerlo. Antes mi bisabuelo usaba la corteza de árbol, un pedacito se tenía que machacar despacio y se iba estirando, de ahí sacan dos y de ahí sale una túnica y si se hace muy duro se rompe, debe ser despacio. (Informante clave 5, 61 años, casado, encargado del restaurante centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
En las fotografías de Trudy Blom de los años 40-50 solo algunos niños usaban aún las túnicas de corteza (P. Espeso-Molinero, comunicación personal, noviembre de 2020), en la mayor parte de los casos ya los lacandones utilizaban túnicas de algodón confeccionadas por ellos mismos.
La costumbre que se tenía era hacer la vestimenta a mano, el proceso podía tardar varios meses para terminar una sola pieza, ahora las hacen con máquina y es más rápido y pueden hacer hasta tres túnicas al día; esa tradición que pasaría de padres a hijos y después a los nietos se está perdiendo porque a los integrantes de la familia ya no les interesa, pues por razones prácticas ahora su indumentaria es más barata y rápida de confeccionar, además cómoda.
En el caso de las mujeres de Lacanjá portan su túnica con telas floreadas y algunas de ellas, sobre todo las jóvenes, utilizan abajo un pantalón de mezclilla y una blusa para sentirse más cómodas, mientras que las mujeres de Nahá siempre han usado la túnica blanca, igual que la de los hombres, pero más corta, con una falda debajo (P. Espeso-Molinero, comunicación personal, noviembre 2020).
Así como me visto me mantengo, porque me gusta y es muy fresco. Algunos usan ropa que no es de aquí, como los jóvenes, ellos estudian y salen y ya no quieren usar la vestimenta. Cuando salimos a Palenque nos ofenden por nuestra vestimenta, nos llaman come monos. (Informante clave 2, 42 años, casado, administrador del Grupo Sak Nok).
5.5 Ceremonias y rituales
Trench (2005, citado en Pastor-Alfonso et al., 2012) menciona que la imagen del lacandón se ha convertido prácticamente en el logotipo de Chiapas; en carteles o videos promocionales siempre aparecen en un entorno selvático, vistiendo la túnica y nunca en sus casas. Debido a este estereotipo, las costumbres y tradiciones lacandones son del interés de los turistas, particularmente sus ceremonias religiosas realizadas en la selva por el Chamán de la comunidad, su vestimenta y la lengua son las atracciones que demandan los visitantes.
A los turistas les gusta escuchar a mi abuelito y él les cuenta o mi tía, les cuentan leyendas, sobre la vestimenta, lo que hablamos. Los turistas nos preguntan de la familia, como vivíamos antes. (Informante clave 1, 24 años, casada, encargada de cocina en el Centro Ecoturístico Top Che).
Las ceremonias religiosas dedicadas a sus dioses eran un tema muy solicitado por los turistas; sin embargo, se han ido perdiendo y no precisamente por la presencia del turismo, sino por la introducción de diversos grupos religiosos que han hecho proselitismo inculcando a la población lacandona otra religión. Por dicha razón se les dice que la práctica de sus ceremonias ancestrales son pecado o son cultos demoníacos, ocasionando que prácticamente haya desaparecido y que ya no practiquen rezos a sus dioses y no se enseñe a los más jóvenes, estos ya no conocen cómo se hacen las ceremonias para agradecer por el cultivo, por la salud, por el señor de la selva, entre otras, lo que da como resultado el desinterés de la comunidad por aprender cada uno de los rituales.
Queda un solo Chamán que practica las ceremonias ancestrales. En cuestiones turísticas hace una demostración de cómo le rinden culto a los dioses lacandones, la ceremonia se hace para agradecer por la cosecha, para pedir que no haya enfermedades.
Antes lo hacían cuando uno estaba enfermo, no había hospital, se llevaba al enfermo a hacer un ritual. Ahora ya solo la familia del Chamán y él son los que realizan los rituales, las demás personas lo fueron dejando porque la religión llegó y abandonaron a sus dioses en cuevas. El Chamán ya solo hace ceremonias para que lo vean los turistas. Sí llega a hacer, ya no para la comunidad, sino para su familia. (Informante clave 3, 34 años, soltera, gerente operativo del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
5.6 Artesanías
Pastor-Alfonso y Gómez-López (2010) señalan que las artesanías han sido un elemento clave en el desarrollo local. Estas son creadas fundamentalmente por mujeres, implican una actividad extra en el interior del hogar, pero también abren las puertas a algunas de ellas hacia el ámbito comercial en espacios públicos. “La adecuación de las artesanías a los gustos y posibilidades de los turistas es evidente: los objetos deben ser pequeños, fáciles de transportar y, desde luego, representativos del lugar. Por tanto, esas piezas han dejado de tener su utilidad inicial, pero siguen cumpliendo una finalidad para la comunidad” (p. 125), ahora económica. Los cambios que se hacen están basados en diseños que ellas tienen y que, en acuerdo con los compradores, realizan. Por ejemplo, los collares ya los hacen como gargantillas para las mujeres, pero sin quitar el material original (semillas) con el que han elaborado las piezas:
No por exigencia del turista, pero sí se ha cambiado, antes solo era poner la semillita y un hilo, ahorita vienen personas de fuera y te enseñan otros modelos que puedes hacer y que al turista le gustan más. Por ejemplo, se le pone semilla y cristal, ya no es pura semilla. En las capacitaciones se invita a todas las mujeres y nos han enseñado a valorar más nuestro trabajo y no venderlo tan barato. (Informante 6, 29 años, casada, ayudante de cocina del restaurante centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Un ejemplo de la adaptación al mercado turístico es la introducción de un amuleto o talismán Ojibwa, conocido como atrapasueños o cazador de sueños, que lo han hecho suyo porque los turistas se los pedían y en sus capacitaciones les enseñaron a confeccionarlos. Cada uno de los productos artesanales que realizan se venden dentro de los Centros Ecoturísticos y también en lugares como Bonampak, Palenque y San Cristóbal, algunas personas se trasladan en sus automóviles, en colectivos o en taxis; no obstante, estos dos últimos llegan a salir caros y si no obtienen una venta favorable toda su inversión se va en el transporte, por lo cual prefieren no salir a venderlos.
¿Está de acuerdo en que sus artesanías cambien?
Sí, porque es una forma de que las artesanías que hacemos sean más llamativas para los turistas. Se hace cambio en el diseño, pero no en la materia que se utiliza. (Informante clave 3, 34 años, soltera, gerente operativo del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
5.7 Situación de las mujeres lacandonas
Por lo que se refiere a la situación de la mujer, hasta hace algunos años debían respetar las reglas de una cultura patriarcal; por ejemplo, no podían decidir sobre su estado civil, ni elegir su pareja. Se acostumbraba compartir el hogar con las otras esposas de su marido, porque estaba permitida la poligamia, un hombre podía casarse hasta con cinco mujeres siempre y cuando tuviera capacidad económica de mantenerlas (EsChiapas.org, 2008; Nečasová, 2020).
Acorde con los informantes, las mujeres siendo niñas las “apartaban” para que se casaran con el hombre que el padre elegía. Una vez que tenía su primera menstruación se iba con el que sería su esposo, sin importar la edad que tuviera. Tenían permitido casarse con miembros de la misma familia, aunque no estuvieran de acuerdo y de esta manera no se perdía el “linaje maya”:
Antes te podías casar con tu propia familia, para no perder el linaje maya. Cuando empezaron [sic] a llegar gente como doctores, a las mujeres nos prohibieron casarnos con gente de afuera, y que si no se acataba la orden las mujeres se tenían que ir de la comunidad. Las mujeres no elegían a sus esposos, desde que las niñas estaban chiquitas los hombres las escogían, les entregaban a sus esposas cuando a la niña le bajaba la regla. Tenían que atender al esposo, tener la comida; ellas acompañan a su esposo a la milpa, lavar la ropa, hacer la comida, cuidar a los niños. Las mujeres no podían ir a la escuela. (Informante clave 1, 24 años, casada, encargada de cocina en el Centro Ecoturístico Top Che).
Las mujeres no podían entrar a la casa de dios (rituales), solo lo podían hacer los hombres. Estar en la casa, ayudar a la mamá, cuidar a los hijos, trabajar en la milpa con el hombre. Y si hacían artesanías, el hombre era el que las llevaba a vender a Palenque. Casi más el hombre es el que habla, las mujeres casi no participan. Antes las mujeres no podían estudiar porque decían que si salías a estudiar, solo ibas a buscar marido. (Informante clave 4, 32 años, casada, ayudante en el restaurante del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Las oportunidades que ahora pueden ejercer iniciaron hace aproximadamente 30 años, según los informantes, cuando se dieron cuenta a través de los medios de comunicación y conforme gente ajena llegó a la comunidad que ellas también tenían derecho de trabajar, salir a estudiar y participar en las mismas actividades que los hombres, ello fue un impulso para que cambiaran su forma de vida.
Según Suárez-Gutiérrez et al. (2016), desde el inicio de la práctica turística en la Selva Lacandona la participación de las mujeres ha sido más bien limitada, ya que el control y la toma de decisiones ha estado restringida para ellas y si bien ahora hay algunos cambios que han permitido su participación, estos no son significativos. Por ejemplo, el acceso a los cargos municipales y agrarios está reservado a los hombres, todavía no se concibe que una mujer tome el sitio del comisariado ejidal dentro de los bienes comunales lacandones. Los mismos autores mencionan que desde el inicio la participación de las mujeres en la actividad turística se ha restringido a las actividades de limpieza y elaboración de alimentos, como extensión del trabajo doméstico. Los hombres se han encargado de la construcción y de las relaciones en el ámbito público.
Sin embargo, cuando iniciaron los Centros Ecoturísticos, llegaron a la comunidad personas para darles capacitaciones por parte de la Secretaría de Turismo (Sectur) con el propósito de ofrecer a los turistas mejores servicios. A decir de las informantes, las mujeres lacandonas al convivir con los capacitadores veían la forma de comportarse tanto de hombres como de mujeres, su hablar, su vestimenta y, además, el hecho de que fueran mujeres quienes las capacitaran fue tomado como un modelo, algo como un efecto demostración.
Las mujeres lacandonas lo toman como un cambio positivo en su vida, pues de esta manera se dieron cuenta de que podían hacer más cosas fuera de la comunidad y con ello tener un beneficio, obtuvieron empleo y salieron a estudiar a otros municipios. Suárez-Gutiérrez et al. (2016, párr. 65) recogen un testimonio de las mujeres de Lacanjá “gracias a que trabajan en el centro su forma de ser y actuar ha cambiado, ya que no se cohíben tan fácilmente y pueden entablar relaciones sociales con los visitantes. También resaltan la parte del control de su tiempo, es decir, si ellas quieren salir a visitar a algún familiar o alguna comunidad cercana, ya no le piden permiso a su pareja; igualmente respecto al control sobre sus ingresos, ellas argumentan que se pueden comprar lo que quieran siempre y cuando sus hijos tengan buena salud, permitiendo que las dinámicas en los espacios domésticos se modifiquen”.
A algunas mujeres su curiosidad las hizo alejarse de lo que estaban acostumbradas a vivir (tradiciones y normas de una cultura patriarcal), por lo cual les brindaron la ayuda para que se dieran cuenta del panorama amplio que se abría para ellas y, aunque con ciertas limitaciones como el permiso de sus familias, las mujeres tuvieron la oportunidad de hacer actividades que años atrás no tenían permitido, ir a la universidad incluso.
Las mujeres ya pueden salir, estudiar, de hecho hay mujeres lacandonas que ya tienen estudios universitarios. Actualmente, los hombres y las mujeres trabajamos igual. Los hombres ya nos ayudan a barrer, a lavar los platos, antes eso era trabajo de mujeres. Con el turismo ha ayudado a abrir la mente. (Informante clave 1, 24 años, casada, encargada de cocina en el Centro Ecoturístico Top Che).
En cuanto al matrimonio, pueden casarse cuando lo crean conveniente, siempre y cuando respeten la tradición de que sea con un hombre lacandón, ello sigue siendo una única condición. Para el caso del matrimonio, la regla de residencia es virilocal.
Las mujeres ya pueden decidir si quieren estudiar o trabajar. Ahorita la mujer ya se casa cuando ella quiere y con quien quiera. Igual con los hijos, por ejemplo, mi abuela tuvo 14 hijos, pero ahorita ya no, ellas deciden si quieren tener dos o tres, ya no más. (Informante clave 4, 32 años, casada, ayudante en el restaurante del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
A pesar de que aún las mujeres no han ocupado cargos directivos dentro de las empresas turísticas, ellas son conscientes de los beneficios de su participación en esta actividad. Por ejemplo, el reconocimiento de sí mismas y su proceder como personas independientes, capaces de tomar decisiones, así como la capacidad de negociación con sus parejas o familia (Suárez-Gutiérrez et al., 2016). Para ellas es también un logro la oportunidad de interactuar con la gente que llega a sus comunidades, salir del ámbito doméstico y tener la posibilidad de introducirse en la esfera pública.
Incluso aquellas que no obtienen grandes ganancias valoran esta actividad exactamente por lo mencionado, les permite socializar e integrarse al mundo exterior.
También empiezan a cambiar y a decidir, y hasta ahorita veo que antes no había tantos negocios de artesanía, ahorita ya abren sus propios negocios. Ya hay mujeres en las cabañas que la hacen de recepcionistas o camaristas, ya estudian. (Informante clave 4, 32 años, casada, ayudante en el restaurante del centro ecoturístico Ecolodge Jungle).
Los lacandones son una comunidad orgullosa de sus raíces; sin embargo, han tenido que adaptarse a cambios porque, finalmente, el turismo es un negocio y como negocio deben venderse. La actividad turística en la Selva Lacandona es una fuente de ingresos y hasta cierto orgullo de que los turistas se interesen por su cultura.
La mayoría de lacandones conducen sus automóviles, ven televisión, se comunican mediante su teléfono móvil o se conectan a Internet, pero eso no es lo que busca el turista en un entorno paradisíaco como la selva. Los turistas tienen el interés en conocer cómo era la forma de vida de los primeros lacandones o la imagen exótica que se presenta en la promoción turística de Chiapas.
6. Reflexiones finales
El turismo indígena en Nahá y Lacanjá Chansayab es resultado de un proyecto comunitario con el que se busca revitalizar su cultura y afirmar su identidad étnica. Definirse como miembro de una categoría étnica implica definir la relación que se mantiene con los demás y con ello se afirma la identidad. Por ello, al aplicar una categoría étnica se marca una frontera y una distinción y se clasifica a los seres humanos y a uno mismo, en diferentes categorías. Entonces, lejos de que el turismo indígena ocasione “perder” o “modificar” su identidad, esta se afirma.
Adicionalmente, en México luego de más de 60 años de políticas de integración indígena para alcanzar el desarrollo, cuando lograr el anhelado mestizaje hizo padecer a los pueblos indígenas de exclusión y rechazo, el que sea precisamente su cultura indígena diferente lo que busquen los turistas debe ser una forma de revalorarse.
Es altamente probable que la vestimenta lacandona hubiera sido abandonada hace tiempo por las situaciones de discriminación que sufren, pero la mantienen porque los turistas quieren verlos vestidos así. Lo mismo que sus prácticas religiosas. Del mismo modo, en concordancia con Pereiro-Pérez (2013), no debe obviarse el interés económico de las propias comunidades que se organizan con el poder de sus identidades colectivas para tener una oportunidad de supervivencia en unos casos y de reproducción o afirmación indigenista en otros.
Se observa en este caso que dicho interés ha llevado a una reinvención, preservación y recreación de atributos étnicos y que para no experimentar una pérdida de privacidad o invasión de su intimidad limitan el contacto de los turistas a un máximo de cinco días y únicamente con las familias responsables del centro ecoturístico, no permiten que los turistas caminen o vaguen por el pueblo y menos que interactúen con sus mujeres más allá del servicio turístico.
A su vez, resalta el hecho de que el turismo no es el único ni el principal factor de cambio cultural, los mismos lacandones señalan a la religión como la causante de cambios por la intolerancia de las prácticas de diferentes religiones en una misma comunidad, lo que ha contribuido a la emigración de la población hacia otras localidades y a la pérdida de las creencias de sus antepasados, lo que conlleva la modificación de identidad social y cultural, como Pastor-Alfonso y Gómez-López (2010) ya lo habían relatado.
Los estudios realizados en las comunidades de la Selva Lacandona han permitido conocer las problemáticas en las que están inmersas las poblaciones, pero también los beneficios que surgen gracias al turismo.
Las comunidades indígenas aspiran a mejorar sus condiciones de vida a través del turismo, sin perder de vista que no son reliquias o supervivencias pintorescas, sometidas a la cuenta atrás de su definitiva liquidación demográfica y absoluta transformación cultural, sino primeramente culturas creativas que se enfrentan de forma activa al devenir histórico. El indígena, en este caso, vende un producto turístico solicitado por el turista y, para ello, no duda en utilizar elementos de referencia cultural asociados a su identidad, que lo hacen más atractivo a los ojos del visitante, como puede ser la indumentaria étnica, a través de la que recrean una imagen que está en la mente del visitante y que marca claramente la diferencia entre ambos.
En ese sentido, para que el turismo indígena sea exitoso sus agentes requieren manejar las tensiones entre sus representaciones culturales, que se encuentran en este caso bajo su control cultural (en el sentido propuesto por Bonfil, 1991) y las imágenes enajenadas por la industria turística, que son demandadas por los clientes potenciales (Coronado, 2015). En resumen, se trata de abandonar una mirada maniquea de bendición o plaga para adoptar una mirada reflexiva del turismo con capacidad de valorar sus múltiples facetas, así como contemplar que, si bien el turismo puede traer impactos negativos, también hace que las poblaciones indígenas se readapten de forma creativa.
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